Víctor ESQUIROL
SOMBRA

El arte de la feminidad, según Zhang Yimou

Al cineasta Zhang Yimou le dábamos últimamente por perdido. Los líos institucionales en los que andaba metido (y que le llevaron a ser objeto de la más brutal censura gubernamental, en la última edición de la Berlinale) se combinaban con grandes producciones que, paradójicamente, parecían ser meros artículos en el libro de Historia del régimen chino. Películas imponentes a nivel productivo, pero tremendamente auto-complacientes en lo que a valores artísticos se refiere.

Hasta que llegó la última edición del Festival de Cine de Venecia, y ahí, el maestro volvió a dar señales de vida. “Sombra” quedó inexplicablemente relegada fuera de la Competición por el León de Oro. En el Fuera de Concurso, pues, tuvimos ocasión de disfrutar de una cinta de artes marciales marca de la casa, en la que el interminable desfile de patadas y puñetazos característicos del género eclosionó, de forma casi divina, en un precioso ritual de celebración de la feminidad.

En la China imperial, clanes y dinastías enfrentadas movilizaban ingentes hordas de valientes soldados para reclamar así, y siempre en beneficio de las familias más poderosas, unas hectáreas más de tierra. Disputas que reafirmaban su importancia en la envergadura del tablero y la apabullante cantidad de fichas movilizadas... pero que en el fondo, no podían ocultar el aberrante absurdo de sus motivaciones espirituales (si es que estas realmente existían).

En estas que se levantó, por fin, la figura de la mujer. En medio de la terrible tempestad invocada por los hombres, Zhang Yimou echa mano de su inimitable lirismo, convirtiendo la confrontación en armonía, y reivindicando así la feminidad como arma definitiva. No para ganar batallas, sino más bien para terminar, de una vez por todas, con todas ellas.