EDITORIALA
EDITORIALA

Aparentemente, nada nuevo; en el fondo, cambios serios

Ni para bien ni para mal, no hubo grandes sorpresas en la jornada de constitución de los ayuntamientos vascos. Los que se sienten vencedores reprodujeron la euforia de la noche electoral. Los que se sienten perdedores, revivieron la decepción y la impotencia. Otras muchas personas confirmaron que no está tan claro. Los resultados tienen más matices y hacen de esta una legislatura especialmente compleja. Tanto para los aparentemente victoriosos como para los supuestos derrotados. Por eso, cuidado con adoptar esas etiquetas, especialmente si te las coloca el adversario.

Sectarismo e impulso retrógrado en el PSN

Aparte de excepciones locales –algunas relevantes, como Andoain, Pasaia o Durango–, la única duda significativa ayer era la fórmula con la que el PSN iba a dar vía libre a la derecha. Si dejaba algún margen al trabajo en común con las fuerzas progresistas o fiaba todo a sus antiguos aliados. La fórmula fue tajantemente retrógrada e implicó un autoengaño y una mentira. A su izquierda no dieron ni agua y a la derecha le dieron vino y rosas. Donde venció, el PSN lo hizo sin quererlo, y donde perdió, lo hizo porque no estaban dispuestos a soportar la responsabilidad de ganar.

No por previsible resulta menos triste. Y para que quede grabado, hay que reproducirlo con todas las letras. Ayer, en Nafarroa, el PSOE decidió aupar a un buen puñado de alcaldías a UPN, Ciudadanos y PP. Es decir, le dieron el poder a la marca foral del trifachito.

Una vez más, al hacer aquí lo que no sería aceptable ni en Cuenca ni en Granada, volvieron a demostrar que para ellos y ellas la vasca es una sociedad distinta de la española, donde las políticas son de excepción y Nafarroa siempre es cuestión de Estado. Paradójicamente, su sectarismo les hace reconocer aquellas realidades nacionales y políticas que niegan.

Los votantes que apoyaron a Pedro Sánchez en abril para evitar que se extendiese en el Estado el modelo de Andalucía, quienes volvieron a votar al PSOE en mayo con la promesa de frenar a la derecha, han visto cómo le abrían el paso a esa misma derecha. Algunos de esos votantes navarros lo entenderán, porque han hecho que para muchos de ellos combatir al vasco sea una prioridad vital. Otras muchas de esas personas que les votaron no estarán de acuerdo, sin duda.

Hay que recordar de qué hablamos cuando hablamos de Navarra Suma. Sin ir más lejos, un día antes, diez autoras y monitores de Skolae –el programa de coeducación puesto en marcha en la legislatura del cambio– tenían que declarar en un juzgado de Iruñea. Los han denunciado asociaciones de esa derecha reaccionaria.

María Chivite lo puede disfrazar como quiera, pero ayer permitió que las fuerzas retrógradas, misóginas y homófobas que promueven la desigualdad desde la infancia se alzaran con el poder en plazas importantes como Iruñea, Lizarra o Egues.

En todo caso, Skolae es un buen ejemplo de hasta qué punto las mayorías que vertebraron ayer en los plenos no tienen necesariamente vigencia en otros ámbitos. Determinar esos campos y articular esas otras mayorías es uno de los trabajos pendientes de las fuerzas democratizadoras. No solo en Nafarroa ni en este tema.

Oferta política para el votante actual

El mapa del poder local que se dibujó ayer marca lo que cabe esperar a este nivel del sistema de partidos vasco. Aparentemente, es un sistema estable. Sin embargo, la estructura y cultura de los votantes está mutando a una velocidad mucho mayor. A estas alturas de la historia, en política nadie desea ya pertenecer en propiedad a nadie. Eso sí, no falta quien quiere tener al resto subyugados. Esa es la tensión política que no cambia jamás.

Los partidos pueden querer seguir funcionando como siempre, pero pensar que los votantes van a dar por buena esa política es arriesgado. Eso sí, las personas no cambian sus posturas en base al reproche, sino en base a una oferta política coherente, clara e ilusionante.

Hasta ayer, el foco estaba lógicamente puesto en las estructuras partidarias y sus pactos. De hoy en adelante, el foco regresa al pueblo. En Euskal Herria hay más cultura democrática, menos sectarismo, mayor defensa de la pluralidad política, más espíritu cooperativo y más impulsos emancipadores e igualitarios de los que muchos piensan o quieren hacer creer al resto. Hay margen para decantar políticamente esas mayorías.