Carlos GIL
Analista cultural

Cultura a la fresca

La Cultura en verano, parece un complemento directo. La presión turística así lo recomienda. Unir el descanso, la falta de rutina laboral al entretenimiento con lazo de espectáculo, familiar, sirve para mantener la idea clasista y desmovilizadora de entender que hay que darle circo a la plebe, a buenos precios, en los momentos oportunos. Es convertir el ocio en negocio y la cultura de espectáculo en vivo, en una oferta al alcance de la mayoría, exenta del rigor selectivo oportuno.

Hemos llegado a una saturación del concepto cultural por omisión y así comprobamos que en los festejos patronales la presencia de las artes escénicas es una parodia con componentes entre televisivos y de vídeo-juegos que es la legación estética más actual, pero casi siempre en su versión más básica, barata y falta de entidad artística, como un subgénero, al igual que algunas programaciones y festivales cumplen un ritual de socialización veraniega, de consumo cultural muy canalizado, pero que tienen su valor intrínseco, al generar oportunidades en todos los sentidos, para los que porducen cultura y quienes la reciben. Y con todo es necesario que se mantengan en lugares especiales, únicos, extraordinarios estas propuestas para que se puedan acercar habitantes rurales a algunas propuestas escénicas en zonas minorizadas culturalmente, e incluso para esos habitantes ocasionales de veraneo para que puedan ver unos espectáculos que no forman parte de sus rituales cotidianas más condicionados. Con alguna reticencia, bienvenida sea la cultura a la fresca.