Aritz INTXUSTA
IRUÑEA

Sin descanso contra los agresores

El teléfono de denuncia de las agresiones sexistas que nace del movimiento popular se ha demostrado como una herramienta útil para el control y concienciación de la peor cara de los sanfermines. Todo nace de un trabajo voluntario, pero emocionalmente difícil y complejo. Sobre todo, por la responsabilidad y el escalofrío que se siente al oír sonar el número 669687687. Su labor es básicamente de denuncia, pero trabaja en común con los servicios públicos.

Diez mujeres se turnan las guardias estos sanfermines para atender el teléfono de denuncia de agresiones sexistas. Es una labor voluntaria que sacan adelante Gora Iruñea y la Plataforma contra las agresiones sexistas. Y comienza el mismo día en el que se lanza el cohete.

La primera jornada es la única en la que se divide el turno entre dos voluntarias. Las siguientes son de 24 horas. Después de los sanfermines, una de ellas se quedará dos o tres días más con el móvil en su casa. Por experiencias pasadas, saben que el número sigue sonando tiempo después del ‘Pobre de mí’.

El teléfono no es estrictamente de asistencia o de acompañamiento a una persona agredida. Es de denuncia, de recogida de datos y, en su caso, de aplicación de protocolos de respuesta. Aun así, las voluntarias reconocen tener cierto miedo y ansiedad cada vez que el teléfono suena. «Sobre todo por las noches, ahí estás más alerta y más preocupada», comenta una de ellas. «Supongo que la forma de vivirlo va en función de la experiencia personal de cada una. La espera conlleva cierta tensión. ¿Quién estará al otro lado? ¿Qué contará?».

No siempre llama la persona agredida. En muchas ocasiones, son sus amigas o gente que ha visto algo y quiere que quede constancia de lo que ha pasado. En caso de que sea la víctima o los allegados, les orientan a los servicios disponibles. En algunos casos, la persona que está de guardia es abogada, pero su función es derivar esta tarea.

Todas tienen formación en cuanto a formas de proceder, recursos al alcance de las víctimas o los rudimentos de cómo iniciar un proceso penal. «Nos hemos formado con una sicóloga y una abogada. Nos dan unas pautas y nos orientan sobre cómo puede estar la persona que llama y cómo poder responder. También le podemos indicar qué no debe hacer. Tenemos muy claro que no somos profesionales».

En el caso concreto del Ayuntamiento, los recursos que pone en marcha son de calidad. No es necesario, por ejemplo, que se trate de una agresión de alta intensidad (una violación, por ejemplo) para que las trabajadoras sociales o las sicólogas del Ayuntamiento acudan si es preciso. Si la víctima verdaderamente necesita atención. No todo el mundo se rompe por las mismas cosas y hay veces que una cosa duele más si es alguien que te importa.

La catalogación más básica de lo que sucede se hace en atención al criterio de «alta intensidad» o «baja intensidad». Este se ha constituido como la distinción más apropiada. La confidencialidad de las llamadas es muy importante. Y también, el derecho a la intimidad de la víctima. Si se toma por ejemplo lo sucedido con “La Manada”, es obvio que se han dado detalles de lo que ocurrió que pertenecen a la intimidad más estricta de aquella joven.

Todas las mujeres que están al otro lado del teléfono son muy conscientes de esto, de que a nadie le importa ni tiene por qué saber el detalle y que eso puede suponer una doble victimización. O de que, en ocasiones, dar un dato más del necesario puede poner en riesgo.

«A veces sí que damos algún dato, pero solo si es útil para romper mitos o alguna convención preestablecida. Pongo un ejemplo. No todas las agresiones se producen a altas horas de la noche y en lugares oscuros. Las hay también a las cinco de la tarde en bares del centro de la ciudad», comenta la voluntaria. En un caso así, explica, se valoraría resaltar la hora o que fue durante la tarde.

El protocolo de repulsa se activa en caso de que se detecte y confirme una agresión de alta intensidad (eso no implica que las de baja no se acaben denunciando agrupadas). Esto supone el envío de notas de prensa y llamamiento a movilizaciones.

De las diez mujeres que se han presentado voluntarias, ocho tienen experiencia por haber estado de guardia en otros sanfermines. Solo dos han entrado ahora en la rueda. El grupo, en general, es bastante heterogéneo y sus edades van de los 30 a los 65 años. Un rasgo común es el saber euskara, porque ayuda a generar confianza y, en ocasiones, facilita que la que está al otro lado del teléfono se exprese mejor.

Lo normal, pese a todo, es que una víctima de una agresión de alta intensidad no llame directamente a este teléfono. El número que debe marcar en una situación así es el 112, el que activa la emergencia y dispone de inmediatos recursos policiales, médicos y asistenciales.