L a ópera prima del irlandés Lee Cronin fue la película ganadora del Bilbo Fant, porque al menos intenta desmarcarse del terror más trillado que se puede ver en las pantallas actuales, evitando caer en la dependencia del susto basado en efectos sonoros y recuperando el clasicismo de la vertiente sicológica del género, con personajes y situaciones oscuras que nunca terminan de aclararse del todo y crean en el público un desasosiego y una incertidumbre permanentes.

A nivel superficial el argumento recuerda mucho al de la reciente “The Prodigy” (2019), pero lo cierto es que la temática del niño que encierra el mal en su interior para disgusto de su contrariada madre proviene de un sinfín de clásicos. La carga simbólica en este caso está relacionada con el título original de “The Hole in the Ground” (2019), porque detrás de la casa rural a la que se muda una madre divorciada con su hijito, y en medio de la maleza, hay un enorme agujero cuyo fondo no es visible. De esa negrura parece proceder la transformación del pequeño, porque ya no es el mismo y su progenitora llega a creer que es otro. Puede que todo ocurra en su cabeza afectada por el trauma de la separación y los más que posibles malos tratos como causa de la misma. En cambio el crío echa de menos al padre ausente.