Mikel ZUBIMENDI
donostiA

Trump apuesta por atizar la cuestión racial como táctica para ganarse la reelección

Trump ataca a las congresistas demócratas con un propósito bien planificado: Aumentar la distancia a su favor del voto blanco y presentar a las representantes progresistas como «antiamericanas».

Es una vieja táctica. Explotar las divisiones raciales, étnicas y religiosas como oportunidad para conseguir ganancias, sean estas votos, fama, subir en las encuestas o poder, sin importar las consecuencias que puedan tener. EEUU es hoy un país dividido, con una mitad horrorizada, sin saber muy bien cómo combatir a Trump, y la otra mitad aplaudiéndolo, o mirando hacia el otro lado. Se parece a una especie de guerra civil, con las palabras –por ahora– como armas para una batalla crucial a la vuelta de la esquina: las elecciones presidenciales de 2020.

Mucho antes de la tormenta que provocó Trump al invitar a cuatro congresistas demócratas con posiciones políticas progresistas, conocidas como la «brigada» –formada por Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaid, Ilhan Oman y Ayyada Pressley–, a «volver a sus países y arreglarlos», ya había ensayado esa táctica. Y le salió, en términos electorales, muy bien.

Arrancó su campaña electoral de 2016 propagando la teoría conspiracionista de que Barack Obama «no era americano» y que había nacido en África. Incluso le obligó a hacer público su certificado de nacimiento. Basó su campaña en la construcción del muro en la frontera con México y en duras diatribas contra los mexicanos que supuestamente solo traían a EEUU «drogas y crimen». Apostó por la prohibición de entrada al país de personas provenientes de varios países musulmanes.

Ya como presidente, calificó como «agujeros de mierda» a Haití y a varios países africanos, equiparó a los neonazis y los supremacistas blancos con los antifascistas, y todo ello declarándose públicamente como la «persona menos racista del mundo», mientras se mostraba en público con ciertos deportistas y estrellas del hip-hop afroamericanas.

Polarización planificada

Con estos antecedentes, no es de extrañar que a medida que se acerca la contienda electoral de 2020, Trump vuelva a las andadas y golpee los mismos clavos que tanto éxito le dieron hace cuatro años. La diatriba contra la «brigada» de congresistas demócratas –todas ciudadanas de EEUU y tres nacidas allí–, y su elocuente silencio en un acto electoral en Carolina del Norte mientras las masas coreaban el «devolverla a su país» a la congresista por Minnesota, nacida en Somalia, Ilhan Oman, es un acto bien planificado.

Pretende así que la cara visible de los demócratas sean esas congresistas progresistas, busca esa polarización: «Trump ama y se preocupa por América, ellas la odian», representan el «antiamericanismo» y buscan cambiar el país para que «los verdaderos americanos no puedan reconocer a su país».

Identidad blanca

Es una estrategia bien planificada. Trump sabe que apostar por la política de identidad blanca juega a su favor de cara al próximo año. Solo cuatro congresistas republicanos votaron a favor de la resolución que condenaba su mensaje racista de mandar a las congresistas de «vuelta a casa». Una reciente encuesta de Reuters/Ipsos mostraba que su ratio de aprobación entre los votantes republicanos había subido cinco puntos hasta alcanzar el 72%.

Y es que Trump no hace nada sin un propósito. Sabe lo que está haciendo, nunca les hubiera dicho a las congresistas «volver al país del que habéis venido» si en realidad no hubiera querido decir «fuera inmigrantes, volver a vuestras casas». Es consciente de que hace cuatro años ganó por 20 puntos de distancia entre los votantes blancos y su ambición es la de hacer aún más grande esa distancia.

En ese sentido, es previsible que Trump no ceje en su empeño y continúe con el ataque contra la «brigada». Pretende convertirlas en la cara del partido demócrata, y busca evitar que este se distancie de ellas. Cree así, que aterroriza al establishment demócrata, que cada vez tiene más interiorizada su derrota en 2020.

Seguirá atizando la cuestión racial, jugando con el miedo de ese sector del país que es real, blanco, de clase trabajadora, muy presente en el medio oeste, que ve con temor cómo EEUU se está convirtiendo irremediablemente en un país mestizo, de gente coloreada. Es algo tan irracional como inevitable. EEUU es un país cada día más mestizo y así va a seguir siendo. Ven ese fenómeno una pérdida de los valores americanos, pero ese es el verdadero valor del país.