Isidro Esnaola
TURBULENCIAS MONETARIAS Y FINANCIERAS

La homeopatía de la política monetaria no da más de sí

Devaluación de divisas, bajadas de los tipos de interés por parte de los bancos centrales, bonos del Estado con intereses negativos... la política monetaria sigue en el centro de la mayoría de los movimientos políticos para gestionar la economía mundial, pero cada vez es más impotente para revertir unas expectativas que continúan empeorando.

La semana pasada la Reserva Federal bajó los tipos de interés por primera vez desde 2008. Un giro que reconoce que la economía no va tan bien como debería. El lunes, el Banco Popular de China fijó la referencia para el tipo de cambio dejando que, por primera vez desde 2008, se superaran los 7 renminbi por dólar. EEUU acusó a China de manipular la divisa. El miércoles, los bancos de Nueva Zelanda, India y Tailandia optaban por una bajada de los tipos de mayor de la esperada para hacer frente a las incertidumbres internacionales. Todos estos movimientos invitan a pensar que la guerra comercial se está trasladando al ámbito de las divisas.

En cualquier caso, conviene puntualizar algunas cuestiones. En primer lugar, los bancos centrales intervienen en los mercados financieros de acuerdo con unas reglas y, por tanto, dentro de esos márgenes todas las actuaciones son legítimas. No vale decir que la Reserva Federal «interviene», pero que el Banco Popular de China «deja caer».

En segundo lugar, la devaluación de una divisa en relación con el resto de monedas abarata las exportaciones: el precio de cualquier mercancía expresado en otra moneda baja y, por lo tanto, es más fácil exportarla. En sentido contrario, las importaciones se encarecen. La devaluación se ha utilizado siempre para estimular las economías nacionales, algo que a corto plazo puede tener un efecto negativo en sus socios comerciales, vendrán menos, pero que ampliará sus posibilidades a medio y largo plazo: una economía en expansión comprará más y en consecuencia también beneficiará a sus vecinos. En economía todo está entrelazado y verlo solo desde el prisma de las pérdidas y ganancias individuales a corto plazo tiene poco sentido.

Bajar los tipos de interés, como ha hecho la Reserva Federal, funciona como estímulo para que la divisa se devalúe. Si los tipos de interés son altos, la gente comprará esa divisa, pues un simple depósito le reportará unos buenos intereses. Y si aumenta la demanda de una divisa, esta inevitablemente se revalorizará. Por el contrario, si los tipos de interés bajan, la gente venderá esa divisa y buscará otras que le ofrezcan mayores ganancias, empujando el valor de la moneda hacia abajo.

En China, sin embargo, es la amenaza de guerra comercial la que devalúa el renminbi, algo que, por otra parte, no interesa al Gobierno chino, ya que una caída del valor del renminbi puede ayudar a las exportaciones, pero también puede provocar una salida de capitales del país. Pese a la retórica estadounidense, lo cierto es que el Gobierno chino, tal y como reconocen el FMI o el Banco de Pagos Internacionales, ha estado manteniendo el valor de su moneda. Eso sí, visto lo visto, es posible que lo haga cada vez con menos entusiasmo.

Por otra parte, una bajada generalizada de tipos, como la que hemos vivido estos días, en un contexto económico favorable empujaría a la bolsa hacia arriba. Sin embargo, cuando las perspectivas no son buenas, el dinero sale de la bolsa y busca valores seguros. Así, los especuladores optan por invertir en oro, en dólares o en bonos del Estado, que en algunos casos tienen ya intereses negativos como el bono alemán (-0,610), el francés y el irlandés. El español (0,124) y el portugués (0,157) lo han rozado, pero a pesar de la caída siguen estando a 700 puntos básicos del bund alemán, la famosa prima de riesgo.

Habrá que dar la razón a la asesora económica de Bernie Sanders, Stephanie Kelton, cuando, respondiendo a una pregunta de Paul Krugman, señalaba que «en una recesión, recortar las tasas de interés es un té débil contra las expectativas deprimidas de ganancias». La gente no coge un crédito, aunque sea sin intereses, si no tiene expectativas de que le traerá algún rendimiento. De ahí la situación actual, donde la incapacidad de la política monetaria está quedando en evidencia, ya que ni siquiera los intereses negativos son capaces de estimular la actividad económica.

La doctrina neoliberal fía todo a la política monetaria –subir los tipos un cuartillo, expansión cuantitativa– pero, cuando la expectativa es mala, la homeopatía queda en evidencia.