Imanol INTZIARTE
FERIAS EN EL PASEO NUEVO

UN PASEO POR LA TRASTIENDA ANTES DE LEVANTAR EL TELÓN

NO HAY LUCES BRILLANTES. TAMPOCO GRITOS QUE SE UBICAN EN LA FRONTERA ENTRE EL MIEDO Y LA RISA. NI ‘HITS’ DEL VERANO, ‘TIRURIRUS’ O RIMAS QUE TERMINAN EN «PAN, CHORIZO Y JAMÓN».

Mediodía en el Paseo Nuevo. Turistas y locales pasean, pero los feriantes ya están trabajando. Es la hora de revisar las atracciones, de limpiar y engrasar para que a partir de media tarde todo vuelva a estar perfecto.

Jordi nos recibe junto a la Ranita Show, donde dos de sus compañeros barren con sendas escobas. A este hernaniarra le viene de familia. Sus padres se dedican a este mismo negocio y su tío Alberto Domínguez, que ha hecho de intermediario para este reportaje, es el secretario general de la Asociación de Feriantes Autónomos de Euskadi (Afade).

Nuestro anfitrión nos abre la puerta de la cabina de control. Todo se maneja desde una pantalla táctil. La duración y la velocidad están ya programadas, y el chef pone el picante: la ola, los saltos, el cruce. Además ejerce de animador, maneja la mesa de sonido, y por supuesto controla que no se produzca ningún incidente.

«El aparato no anda si no está todo perfectamente cerrado», explica mientras señala unos pilotos con el número de cada grupo de asientos. Si están sellados se iluminan con un color, si están abiertos con otro.

Cada mañana, lo primero es quitar el agua que se haya podido acumular. Se pone en marcha el aparato para ‘centrifugar’, luego se seca y se limpia. También se engrasa y se revisan todos los elementos de seguridad. «Durante la noche se te puede colar alguno y hacer la gracia soltando algo».

Para Jordi, la ubicación de la feria donostiarra es inmejorable, tanto por su espectacular entorno como por el hecho de que «no se molesta a nadie», al no haber viviendas cercanas». Como toda cara tiene su cruz, lo malo es que «no hay dónde cobijarse cuando llueve. En otros pueblos suele haber soportales cerca, los padres con niños pequeños se meten ahí, se toman algo y cuando para de llover vuelven. Aquí solo se quedan los adolescentes».

Escapando del calor

José Mari y Aarón están encantados con ver llover en agosto, aunque mejor si es fuera de las horas de apertura. El negocio ante todo. El primero es de Sevilla, y el segundo, de Córdoba. El acento les delata.

Son los encargados del Megabross, una sencilla montaña rusa diseñada para que los más pequeños se inicien. Es la primera atracción si se sube desde el Aquarium.

Nunca antes habían visitado Donostia. Lo que han visto les ha gustado, pero ya han comprobado que «es cara». Agradecen escapar durante unos días de los 40 grados de Andalucía.

¿No había ferias más cerca?, preguntamos. «Cosas del jefe. Este año la Feria de Abril de Sevilla fue muy tarde, y como es la primera descuadró todo». Así que al dueño se le ocurrió probar aquí. Explorando mercados.

Duermen en una caravana. Se levantan, desayunan y al Paseo Nuevo, donde están cada jornada hasta bien pasada la medianoche. «Cerramos sobre la 1.30», concretan. «Aquí hay que hacer de todo. Montamos, hacemos el mantenimiento, somos taquilleros, técnicos de control y hasta sicólogos si algún niño se asusta y se pone a llorar». El tiempo libre es una quimera, aunque planeaban madrugar un día y alquilar unas piraguas para darse un garbeo por la bahía.

Al otro extremo del recinto nos aguarda su compañero de empresa Igor, un ucraniano el lleva veintiún años en este sector. Es el encargado del Gigant, un enorme brazo metálico con asientos en los dos extremos. 42 metros de altura. No apto para corazones temerosos. «Este es el pequeño. Tenemos otro de 60 metros», proclama.

Debuta en Donostia. «Aquí la gente es más tranquila, la ciudad está muy limpia», destaca cuando se le pregunta por sus primeras impresiones.

Hemos cruzado la ferias de cabo a rabo. La cárcel, el barco vikingo, los autos de choque, el dragón… en las atracciones grandes se trabaja para tener todo listo para la tarde. Las más pequeñas tienen aún las persianas echadas. En unas horas volverán las luces, los gritos, el ‘tiruriru’, las rimas. Y en la mítica tómbola Antojitos repetirá que «ya está la rueda girando y los corazones palpitando».