Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Érase una vez en... Hollywood»

Hollywood ante el espejo... de Tarantino

Al igual que otros autores tan personales como Federico Fellini, Quentin Tarantino ha creado, película a película, un universo propio que funciona mediante unas directrices muy reconocibles y que colocan al espectador en la tesitura de sentirse invitado o rechazado en dicho imaginario fílmico.

Lo que el autor de “Pulp Fiction” escenifica en la gran pantalla no es un homenaje a Hollywood, sino un homenaje al Hollywood que le sedujo siendo niño y que, más allá de las grandes producciones, siempre destacan los seriales televisivos, una fuente inagotable de inspiración sobre la que, con el paso de los años, ha cimentado su carrera cinematográfica.

De esta forma, el director Tarantino –en su madurez creativa– se reencuentra con el Tarantino niño dentro de un microcosmo que subvierte a su antojo y con valentía. Todo ello queda ejemplarmente simbolizado en la peculiar pareja protagonista interpretada con gran acierto por Leonardo DiCaprio y Brad Pitt. Mientras el primero es un actor de seriales al borde del colapso emocional y en plena decadencia, el segundo compone el rol de su fiel escudero, una especie de Sancho Panza que, además de ejercer de doble en las escenas de riesgo del primero, se ha convertido en su amigo y cómplice.

Alrededor de estos dos personajes tan bien perfilados, Tarantino pulsa con acierto los múltiples resortes fílmicos que se dan cita en una historia que se nutre de mil historias más y en la que siempre asoma la presencia casi volátil de una Sharon Tate que, encarnada por Margot Robbie, concentra la inocencia de una época y su brutal despertar. Al igual que su personal “relectura” de la historia en “Malditos bastardos”, el director vuelve a ingeniárselas para subvertir lo ya establecido a través de un epílogo enfebrecido y salvaje en el que los integrantes de “La familia Manson” se colaron en la casa equivocada.