Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Una íntima convicción»

Absuelto por el principio de la duda razonable

El cine basado en hechos reales no puede variar la realidad histórica en que se inspira, pero sí puede introducir una nueva mirada reflexiva a la hora de juzgar los acontecimientos en cuestión. Esto lo cumple a la perfección el debutante Antoine Raimbault, que tal vez hable por boca del acusado de asesinato cuando el hombre sometido a juicio dice que le gustan más los musicales y los westerns que los dramas judiciales, pero la fecha de su nacimiento y su circunstancia penal le condenan a la comparación con “Falso culpable” (1957) de Alfred Hitchcock. Raimbault demuestra un profundo conocimiento de todo lo relacionado con el caso Viguier, seguido muy de cerca por los medios francófonos durante los diez primeros años del nuevo milenio. E incluso posteriormente, ya que la televisión le dedicaría la realización de Jean-Xavier De Lestrade “La disparition” (2012). Tal vez por ello Raimbault pensó primero en hacer un documental, pero finalmente ha acabado por crear una ficción que pretende profundizar en el asunto mucho más de lo que en su día lo hizo la prensa.

Para conseguir ir más lejos, el director de “Une intime conviction” (2018) presenta un único personaje inventado, que justamente es el de la protagonista. Debería ser en teoría la figura simbólica del relato, en cuanto defensora del principio de la duda razonable, pero acaba siendo hasta más real que el resto sacado de los noticieros. Su enorme interés proviene de que Nora, que así se llama esta cocinera de Toulouse interpretada obsesivamente por Marina Foîs, es una profana entre tanto y tanta profesional de la justicia.

El espectador siempre se va a identificar con ella porque actúa como la voz de su conciencia, en una llamada a que no nos comportemos como parte de la masa que participa en el linchamiento social y la condena mediática con los ojos y los oídos cerrados, apelando a la necesaria íntima convicción del título.