Iraia OIARZABAL
DONOSTIA
Entrevue
JULE GOIKOETXEA
PROFESORA DE LA UPV-EHU

«Si miramos al bienestar de las mujeres, todos los indicadores caen»

Nacida en Donostia (1981), Jule Goikoetxea es actualmente profesora de la UPV-EHU, aunque también ha pasado por la de Oxford, la Pompeu Fabra y la Universidad de Barcelona. El feminismo ocupa gran parte de su labor profesional y su activismo.

Las raíces del patriarcado son más profundas de lo que quizá algunos creían; existe todo un engranaje social, económico, político y cultural que lo hace posible. La investigación “La democracia patriarcal en la CAV”, liderada por Jule Goikoetxea, lo refleja a través de datos recabados en entrevistas realizadas a mujeres de diversos ámbitos. Un sistema público fuerte y el protagonismo de las propias mujeres en la toma de decisiones son algunas de sus propuestas.

Su investigación lleva por título “La democracia patriarcal en la CAV”. Democracia y patriarcal no parecen compatibles...

Es cierto que el título es un poco provocador. No queríamos entrar a debatir si vivimos o no en una democracia. Vale, aceptamos que vivimos en una democracia liberal o neoliberal, pero entonces faltan adjetivos. Es decir, si esto es una democracia liberal también lo es patriarcal. Es cierto que democracia y patriarcado no son compatibles, democracia y capitalismo tampoco, pero descriptivamente es como se utiliza en ciencia política y hoy en día la mayoría de las democracias se definen como liberales. Por eso queríamos que como mínimo se introdujera el concepto patriarcal.

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Analizan diferentes aspectos. Entre otras cuestiones destacan el peso que tiene la familia en nuestra sociedad y especialmente en las mujeres, abogando por un proceso de desfamiliarización. ¿En qué consiste?

Para medir los regímenes de bienestar y cuando decimos que el nuestro, el mediterráneo, es el más sexista, ¿qué tomamos en cuenta? Uno: el nivel de mercantilización. Y dos: el nivel de familiarización. El nivel de mercantilización es hasta qué punto tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo por lo menos para sobrevivir. Y por otro lado, la familiarización significa hasta qué punto tenemos las mujeres dependencia de los recursos de los hombres. No se trata de si tenemos familia o no. ¿Y qué sucede? Para clasificar los regimenes de bienestar, en el caso de los mediterráneos, se dice que tenemos un nivel de mercantilización bastante alto –aunque no es el más alto, como Gran Bretaña o EEUU– pero en el nivel de familiarización tenemos el dato más alto.

Esto sucede por diferentes razones. Es cierto que responde a la tradición más católica y comunitaria que tenemos. Pero por otro lado implica que aquí las redes de apoyo, como los cuidados cuando alguien está enfermo, las forma la comunidad. Es decir, lo hacen las mujeres. Y que además, las instituciones no asumen ese trabajo que las mujeres hacen sin cobrar, comparando, por ejemplo, con lo que hacen los países nórdicos. En algunas cosas tenemos mediciones que nos aproximan a Francia, Italia o Alemania, sobre todo en el sistema económico. Digo esto porque es en lo que se basan algunos medios y partidos políticos para decir que vamos bien. Pero nunca toman en cuenta el bienestar de las mujeres. Metiendo este eje, caen todos los indicadores.

Atendiendo a los datos, ¿debemos mirar al norte?

Yo, como Jule Goikoetxea, diría que lo que aquí tenemos que hacer es un proceso de estatalización hacia un estado feminista y federal que no sea capitalista. En ese sentido, mi utopía no es acercarnos a los modelos nórdicos. Pero en el sistema en el que estamos queríamos proponer mecanismos y cambios para poner en marcha a partir de mañana. En este sentido, sí. A partir de mañana, con estas instituciones liberales y patriarcales que tenemos, se pueden hacer ciertas mejoras. Es como cuando se pide una pensión mínima de 1.080 euros. ¿Es esa nuestra utopía? No. Pero es lo que en el día a día tiene una gran influencia en la vida de muchas mujeres. Las propuestas que nosotras planteamos también tendrían una gran influencia en el bienestar de las mujeres.

Para empezar, proponemos una publificación y, por consiguiente, muchas más instituciones públicas y más fuertes. En segundo lugar, sobre las políticas públicas que se hacen en relación con la familiarización, abogamos por que se haga con expertas y activistas feministas. Esto supone el veto de las mujeres para poder decidir y una interlocución con ellas.

Para desnudar ese modelo aportan datos interesantes. Por mencionar uno, destacan que por cada hijo las mujeres padecen de media una pérdida del 4% en su salario.

No solo eso. Las mujeres pierden un 4% y los hombres ganan un 6%. ¿Por qué sucede eso? Al tener hijos las mujeres realizan menos trabajo remunerado y más trabajo no remunerado. Y en muchos casos, los hombres realizan más trabajo remunerado tras tener hijos.

Una vez más, lo que conviene destacar aquí es que el trabajo no remunerado en nuestra sociedad no tiene ni capital social, ni capital cultural, ni capital simbólico. En cambio el trabajo remunerado, ese que los hombres hacen más, eso genera más poder cultural y, por lo tanto, más poder.

En cuanto al trabajo remunerado existen algunos sectores feminizados que se identifican muy claramente. En algunos de ellos se han dado importantes conflictos laborales. ¿En qué se diferencian estos conflictos si atendemos a la presencia de mujeres?

Se habla de segregación horizontal y vertical. El de los sectores feminizados se corresponde a un modelo de segregación horizontal. Por un lado, cobran menos por el mismo trabajo. Eso lo sabemos. Pero no solo eso, por la misma cualificación las mujeres cobran menos. Es decir, alguien que trabaja en el metal y alguien que es trabajadora del hogar tienen la misma cualificación, y sin embargo el salario de quien está en el metal es tres veces mayor.

¿Por qué? Entre otras cosas, por supuesto por el patriarcado. Pero concretamente también porque muchos trabajos de mujeres no tienen patronal y porque los sindicatos se han creado para luchar contra la patronal. Es uno de los problemas junto a la menor sindicalización de las mujeres. Además, el funcionamiento de los sindicatos ha sido muy masculino y patriarcal. Cuando han tenido que moverse para pedir una subida salarial en sectores feminizados no han funcionado muy bien hasta estos últimos años, cuando gracias a la ola feminista los sindicatos han abordado cambios internos.

También concluyen que ciertos marcos discursivos legitiman la explotación y la subordinación de las mujeres. ¿Ejemplos?

Uno de los problemas que vemos es la dificultad para identificar cómo se reproduce el patriarcado más allá de la violencia física o de la brecha salarial. Por eso introducimos el concepto de violencia simbólica, esa violencia que no percibimos y que se ejecuta a través de categorías. Para crear hombres y mujeres hay que adscribir a las mujeres ciertas características diferentes a las de los hombres. En esa construcción, esas características que se adscriben a las mujeres son la violencia simbólica: emocionales, dudosas, vulnerables, débiles, el cuerpo... Y todo ello se ve muy bien en las entrevistas que hemos realizado. Todas identifican muy bien la violencia material y la simbólica. Cómo no se le da la suficiente importancia a su trabajo, por ejemplo. Detrás de esto hay también una revolución que ha de hacerse por parte de las mujeres, rompiendo con esas características que se les otorga. Por eso decimos que el patriarcado no desaparecerá hasta que dejen de existir las categorías hombre y mujer. La gente aún no ve claro que la mujer es lo que no es hombre.

Por todo ello ponemos sobre la mesa un sistema conceptual que hemos tratado que sea lo más sencillo posible para que cada cual desde su ámbito, en todos los círculos donde se da la vida, todas las mujeres tengan algún instrumento para identificar las diferentes violencias y esas reproducciones del patriarcado. Y creo que eso ha de hacerse de forma descentralizada.

La participación de las mujeres en la vida pública y política es otra de las cuestiones que analizan. ¿A qué conclusión han llegado?

Realmente estoy muy contenta porque en las entrevistas se ve que las mujeres identifican muy bien qué ocurre en sus organizaciones. Hemos tratado diferentes aspectos: la formación, la información, los círculos donde se toman las decisiones diferenciando los espacios formales y los informales... Una de las cuestiones que se destaca es la necesidad de tomar las decisiones en espacios formales. Muchas veces las reuniones se prolongan fuera de los espacios formales, sea de poteo o en otro lugar, y las decisiones se toman en esos espacios informales donde no suelen estar las mujeres porque dedican parte de su tiempo a los cuidados.

El trabajo recoge propuestas para emprender un proceso de despatriarcalización. ¿Podría resumirlas?

En primer lugar decimos que son necesarias estructuras federales. Pero estructuras pensadas por nosotras y no que vengan de un pensamiento patriarcal. Proponemos, por ejemplo, que existan organizaciones a nivel de barrio que tengan competencia para decidir. ¿Por qué? Porque las mujeres están sobre todo en esos espacios que están más lejos de los núcleos de poder. Empecemos desde abajo a poner el veto a ese poder. Con el concepto de federalismo queremos decir sobre todo que el poder se tiene que descentralizar institucionalmente y debe constitucionalizarse.

Sobre el cuidado decimos que debe ser a turnos y obligatorio, debe hacerlo toda la sociedad. Y abogamos también por el consocionismo, aunque el término sea complicado significa que en todos los cargos y núcleos de decisión haya el mismo número de hombres y mujeres.

Y por último planteamos que todo esto debe ir con el veto de las mujeres, que todo lo que abarca gobernar tenga interlocución con las mujeres.