Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Misión Katmandú»

Dejemos al Yeti vivir tranquilo en sus montañas

Lo bonito de este largometraje de animación 3D quebequés es que siendo una película de aventuras infantiles maneja diversos contenidos importantes, expuestos de pasada pero dejando su huella sobre la nieve que pisan sus protagonistas. Digamos que combina acción y pensamiento por igual, lo cual en materia didáctica resulta aleccionador y raro de ver. Así, se abre con unos títulos de créditos bondianos que parecen sacados directamente de “Syfall” (2012), pero a continuación sigue una leyenda tibetana que invita a reflexionar sobre la fisolofía de nuestras acciones, porque nunca se sabe si pueden ser interpretadas como afortunadas o desafortunadas. Otra cuestión nada baladí es la de los grandes proyectos humanos y su doble intención, ya que suelen tener una parte altruista, que en el caso que nos ocupa sería de interés científico, y otra mercantil, pues toda expedición depende de una financiación, y aquí el inversor ya sueña con la fama y que su odisea sea llevada a la gran pantalla en una “monster movie” más épica y costosa que “King Kong”.

Mayor mérito reúne aún la vertiente ecologista y antropológica. La animadora Nancy Florence Savard había realizado antes “La leyenda Sarila” (2013), donde se recogía el modo de vida de los esquimales en el Ártico. En “Misión Katmandú” (2017) recoge tanto la indentidad del pueblo nepalí como la defensa de las especies en peligro de extinción dentro de la cordillera del Himalaya. Por eso a la pareja de expedicionarios de Quebec compuesta por Simon Picard y Nelly Maloye suma al sherpa Tensing Gombu y al ave Jasmin, que habla por ser un pájaro sagrado “miná”, con la capacidad real de imitar la voz humana mejor que un loro.

En principio la intención de Picard en sus investigaciones del año 1956 es la de encontrar el eslabón perdido en la cadena evolutiva, sin tener en cuenta que de existir el Yeti debería ser respetado en su hábitat natural.