Al finalizar la concentración que esta semana organizó Askapena en Gasteiz, en favor de Evo Morales y contra el golpe de Estado, un boliviano, residente en la capital alavesa y miembro del movimiento internacionalista, tomó la palabra para explicar quiénes han dirigido el golpe y por qué. Afirmó que detrás del movimiento golpista se encuentran el racismo y el populismo fascista, auspiciados ambos por EEUU; que la burguesía y una emergente clase media blanca, crecida dentro de las estructuras y los logros sociales conseguidos por Evo, no podían soportar por más tiempo que la mayoría indígena y los pobres tuvieran un sitio en la gobernanza del país y en la distribución de la riqueza. La novedad de su discurso a pie de calle no fue tanto lo que dijo, que también, sino cómo lo dijo. Rompió con la rutina del comunicado, sujeto siempre a fórmulas del lenguaje militante y dejó que el amor a su país atravesará todas sus palabras. Sin mencionarla, pero con fuerza, habló de la lucha de clases, esa realidad que en Europa apenas se nombra o se recuerda, pero que subyace en la desigualdad social que ha levantado al pueblo chileno y, también, en la prepotencia del racismo que todavía prevalece en un alto porcentaje de la sociedad de Bolivia o Ecuador. Cuando terminó, el coraje del pueblo boliviano, permaneció entre nosotras sin necesidad de más palabras.