Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «La odisea de los giles»

La revancha de las víctimas inocentes del “corralito”

Ante todo “La odisea de los giles” (2019) es un éxito local del cine argentino, que para ser exportado necesita explicar o traducir el significado del término “gil”. Y ese victimario histórico del título guarda una estrecha e íntima relación con el “corralito”, fenómeno económico que se dio única y exclusivamente en aquel país en el año 2001. El costumbrismo, el lenguaje, incluso la banda sonora con lo que allí llaman “rock nacional”, representado por Arco Iris, Spinetta, Babasónicos, Serú Giran o Divididos, todo en conjunto remite a un cine popular tradicional y genuinamente argentino. Fuera de su preciso contexto cultural la película pierde universalidad, al contrario de lo que ocurre por ejemplo con el cine social británico. En cuanto al género de atracos se refiere, hay una clara intención localizadora de la referencia principal al clásico de William Wyler “Cómo robar un millón y...” (1966).

No puedo hablar por la audiencia argentina que ha acudido en masa a ver la película, pero como aficionado al cine de dicha nacionalidad se impone una sensación de déjà vu que me lleva a recordar la obra de Héctor Olivera y alguna de sus películas en la línea de “No habrá más penas ni olvido” (1983). Sebastián Borensztein retiene de la narrativa política de aquella época la camaradería y el espíritu solidario, pero su mirada sobre la corrupción institucional se vuelve anecdótica. El revanchismo colectivo que retrata se queda en algo puntual, una ocurrencia casual o un simple acto de rebeldía espontáneo.

Los Darín hablaron en su visita a Donostia de «justicia poética», y ahí sí que tienen razón en el sentido de que una película así tiene un efecto terapéutico y ayuda a curar las heridas del pasado. Un tratamiento dramático no haría sino ahondar en el trauma de las personas que perdieron los ahorros de toda una vida, en cambio el humor y la fantasía liberadora tornan la pesadilla en un sueño agradable.