Maitane ALDANONDO
Bilbo

NOA, UN DISPENSADOR DE MEDICINAS AUTOMÁTICO, SEGURO Y MODULAR

Cuatro ingenieros han diseñado un pastillero automático pensado para personas que deben medicarse varias veces al día con múltiples fármacos. El aparato suministra la dosis a la hora fijada y la retira si no se ingiere. Sus creadores esperan comercializarlo en otoño.

Seguridad y adaptación a un precio asequible. Con esa idea en mente, un grupo de ingenieros electrónicos desarrolla un dispensador de fármacos dirigido a personas polimedicadas. Sus promotores son Javier Alonso, Miren Álvarez, Román Vilares y Nagore Sagastibeltza. Se conocieron en 2018 en un curso para desempleados sobre ingeniería en biomedicina. Tras tres meses de formación, realizaron el proyecto final que les asignaron junto a un quinto compañero. Lo que surgió como parte del proceso de aprendizaje se ha convertido en el eje de Inbizi Healthcare, un negocio centrado en buscar soluciones a distintas necesidades en el ámbito sanitario.

La idea les vino dada, no así el modo de abordarla. La tarea propuesta era crear un pastillero automático y lo diseñaron «pensando sobre todo en la seguridad y en hacer más fácil la toma de medicinas diaria a la gente polimedicada», explica Sagastibeltza, ya que percibieron que la tecnología está presente en muchos ámbitos, pero no se aplica a facilitar a la gente de más edad problemas muy comunes como esta. Así, dieron forma a un dispensador modular, que se adapta al número de tomas, y seguro, para evitar repetir la medicación. Les daba pena dejar ahí el proyecto y cuatro de los integrantes decidieron llevarlo a cabo.

En junio de 2019 crearon una pequeña cooperativa para poder acceder a ayudas institucionales que así lo requerían. Han obtenido el respaldo de varios programas de la Diputación de Bizkaia y del Gobierno de Lakua que les ayudan a seguir avanzando y afrontar los gastos del proceso. También varios profesores de la Escuela de Ingenieros de San Mamés, donde hicieron la primera parte del proyecto, les han ayudado «personalmente» en estos meses, así como la Universidad de Deusto, que les ha cedido una oficina en la incubadora Deustokabi al menos hasta mediados de año. El desarrollo está siendo más lento de lo que calcularon y a eso hay que añadir las dificultades propias de emprender. La responsable admite que «está siendo mucho más duro de lo que esperábamos, porque hay mucha burocracia, tienes que ir de un lado a otro, muchas ayudas te las dan después de presentar facturas... Es muy duro, porque estamos trabajando todos los días muchísimas horas sin ningún sueldo. Es complicado».

Evitar la sobremedicación

Noa es un dispensador de medicinas modular y seguro. Tiene un aspecto similar al de una cafetera y tantos niveles como tomas al día. Cada capa tiene siete casillas, una para cada día, de forma que la recarga se hace una vez a la semana. Está pensado para personas que tienen ingestas de múltiples pastillas, «cuatro, cinco o seis», varias veces al día. Mediante una pantalla táctil o desde una aplicación móvil que han diseñado se programan las alarmas. Al llegar la hora, la máquina emite un sonido y el usuario debe pulsar para obtener la medicina. Si no lo hace, las pastillas van a un compartimento al que no se puede acceder –«así se evita que la siguiente toma caiga sobre las pastillas de la anterior y se produzca la sobremedicación»– y la máquina vuelve a intentarlo media hora después. Además, el aparato envía un SMS o un aviso a la app indicando si se ha procedido o no a la toma; y a través de un programador telemático se puede generar un pdf con los datos diarios, semanales y mensuales sobre las tomas, de forma que el médico pueda hacer un seguimiento del paciente.

En el mercado hay otros distribuidores, pero solo dan la medicación. «Son básicos y de precio elevado, 500-600 euros». Noa plantea mejoras a bajo coste, ya que tendrá un precio de en torno a 200 euros. Prevén comercializarlo después del verano y se centrarán en el usuario final, aunque puede adaptarse a residencias y hospitales con un cambio de formato. Ese es un segundo paso, una vez el producto esté en el mercado. Sagastibeltza aclara que tienen planificadas reuniones para conocer las necesidades de estos centros, en qué mejorar…

Con las ventas esperan hacer frente a la inversión y, una vez afianzada la iniciativa, financiar nuevos proyectos en el ámbito de la salud. Sin embargo, su segundo producto ya está listo: una app que indica la dosis de medicamento a suministrar a un niño dependiendo de su peso. Sagastibeltza recuerda cómo surgió: «Un amigo médico me comentó que la mayoría de las llamadas en Urgencias eran de padres primerizos que llamaban porque no saben cuánta medicación darle. Es muy sencillo de utilizar en un momento en el que estás un poco nervioso».