Nora FRANCO MADARIAGA
Opera

Mágica travesía

La obertura de “El holandés errante” constituye toda una declaración de intenciones no solo de lo que vendrá después, sino de lo que Wagner entenderá como ópera, la quintaesencia de la música de Wagner. Igualmente, el primer gesto de Pedro Halffter hacia la orquesta, lleno de energía, pasión y concentración, fue también un anticipo de lo que encontraríamos después: una ópera bien conducida, equilibrada, coherente y dinámica, que Halffter supo manejar con mucha inteligencia, gesto firme y dosificada energía.

La Orquesta Sinfónica de Bilbo respondió con un trabajo magnífico desde el foso, demostrando que pasan por un excelente momento, así como su particular idilio con la música del compositor alemán.

En cuanto al plano vocal, todos y cada uno de los cantantes se desempeñaron de manera impecable, desde los coros –con las endiabladas intervenciones de los marineros, la incómoda posición del Easo desde el foso, o la sorprendente interpretación del famoso coro de hilanderas– hasta el último de los personajes.

Benedikt en el papel del cazador Erik fue, tal vez, la voz menos solvente –dentro de un elenco de máximo nivel–, tenor más cargado de empuje que de vuelo, lució más en la zona media, mucho más dulce. Muy bien Itxaro Mentxaka en su pequeño papel de Mary, con un timbre algo más ligero que de costumbre. Fabuloso Padullès como Timonel, con una voz no muy grande pero de un color y una ligereza maravillosos, que corría por la –no siempre fácil– acústica del Euskalduna con pasmosa fluidez desbordando delicadeza, limpieza y elegancia.

Pero es el holandés errante, el barítono-bajo británico Bryn Terfel, quien más destacó. Desde el monólogo inicial se aprecia cómo ha interiorizado este papel, integrando el personaje hasta tal punto que la voz cantada parece desaparecer en favor de la interpretación de forma magistral, tal es la facilidad con la que domina su voz.

Schwinghammer como Capitán Daland, pese a tener una voz de parecido registro, mostró un color más oscuro y un discurso más cantábile, adaptándose con comodidad a la vocalidad de Terfel en un inolvidable dúo.

Cierra el reparto la soprano Manuela Uhl como Senta con un personaje fantásticamente construido. Vocalmente muy interesantes sus cambios de color acordes con la interpretación, así como su amplitud de registro y su potencia vocal a pesar de que el cansancio y la dificultad de la partitura le restaron redondez en algún momento puntual.

La acertadísima puesta en escena de Montavon completa una producción excelente sin fisuras que pongan en peligro la navegación de este buque fantasma.