Pablo CABEZA
BILBO
Entrevue
MIREN NARBAIZA MARTIARTU
VOCAL Y GUITARRA DE MICE

«Tenemos la obligación de buscar nuevos caminos que nos llenen el alma»

Con el sol del verano del 17, Napoka Iria se despedía. Con las plúmbeas nubes del invierno de ese mismo año nacía el primer disco de Mice, proyecto de Miren Narbaiza ideado para zurcir nuevas costuras musicales. Tras el debut con «Mice», la músico de Eibar regresa con un par de canciones propias y dos versiones reestilizadas, agrupadas en un vinilo de 10” titulado «Zilar printzak».

Tres guitarras cruzan destinos hasta formar una tela de araña en la que el escuchante queda aturdido. No solo por el abrumador sonido y formas de las dieciocho cuerdas, sino también por el ambiente urdido, las diferentes estaciones pintadas sobre vías de hierro, cada una con su costumbrismo avant-garde. Será asimismo por la voz libre de Miren Narbaiza, por la cultivada batería de Ilargi Agirre (Perlak, Belarmiñak, Eraul, Screamin’ Groove & the Hustlers...).

En el iniciático viaje a través de texturas difuminadas aparecen más aspersores: Joseba Baleztena, músico de una calidad excepcional y que, al margen de la elaborada y fresca producción, se encarga de guitarras, bajo, teclados y electrónica. Más Ibai Gogortza (Onddo, Joseba Irazoki, Satelitik y... Borrokan), otro aguerrido y lúcido músico de Bera. Todos cubren las salidas y entradas de las fluorescentes composiciones. La troupe posee una calidad y eficacia admirable. Lo demuestra en los temas propios: “Errekastoa” y “Zarata” más “Orain barre, orain negar” y “Laino ilunak”, el primero un original de Ruper Ordorika y el segundo de Delirium Tremens.

Para la apertura Mice elige un corte de aproximación al todo: un pellizco de electrónica, sinuosidad, desnudez y un desenlace cáustico, febril.

Encontrar en un disco una versión de Ruper Ordorika es un regalo y un acontecimiento. Un bien excitante. Nos recuerda, de paso, que el alazán de Oñati es un músico espléndido, inabarcable, gozoso. La versión de Mice le rinde pleitesía transgrediéndola sin perder apellidos. Los cinco minutos son un in crescendo mental propio de la mejor sicodelia desde el presente hasta los setenta, un viaje al infinito en el que puede verse pasar el valor de la existencia.

Sorprende que Mice ataque las líneas de Delirium Tremens, aunque no sabemos muy bien por qué nos llama tanto la atención esta elección, quizá sea por no esperada, quizá porque su recuerdo conlleva una mirada al vertiginoso pasado de la que se es parte, acaso porque se despidieron aún con el soplo a barlovento. Mice engrandece a Delirium Tremens y a la inversa.

Sin prisa, como si el estudio aguardara paciente, como si las escobillas barrieran magia, como si la voz pidiera permiso a cada palabra en líneas paralelas, como si el ruido de los coches no existiera en este inclemente mundo, como si las plantas corredoras nos dejaran en una desolada calle entre balas, sombreros y buscadores de oro, transcurren seis minutos tan implacables y visuales como una escena de “The Good, the bad and the ugly”. “Zarata” es una maravilla.

Veinte minutos, la nave Mice no ha necesitado más tiempo para dejarnos flotando en el espacio de los sueños, de la rebeldía. Sí se quiere, si se busca, quedan robinsones.

A Mice se le puede escuchar el 21 de este mes en el Indie Festival de UPV/EUH en Bilbo (Abandoibarra), el 1 de marzo en Sanagustin Kulturgunea, Azpeitia, y el 21 dentro de la programación del Maz Basauri.

Se ha pasado al lado frío de EH, Gasteiz, ¿cómo lleva el cambio y qué tal se ha mimetizado con la ciudad y su escena?

Ha sido un cambio necesario para avanzar. Aún es pronto para hablar de mimetización y para conocer la escena gasteiztarra en su totalidad, solo llevo dos años. Pero puedo decir con alegría que la ciudad me ha acogido muy muy bien.

También publica en un sello nacido en Gasteiz, Erraia, y del que forma parte.

Ahora los músicos tendemos a trabajar en solitario, puede que porque la tecnología lo permite, pero también por precariedad. Y eso también está llevando a una individualización del trabajo, de la elaboración del disco. Y es un trabajo que puede resultar muy solitario, y en el que es cada vez más importante crear alianzas e intentar compartir con otros el camino, hacer piña. Hay que crear lazos para que el trabajo no sea tan duro de llevar. Erraia se creó oficialmente en junio de 2018 por la necesidad de aunar fuerzas entre músicos que apostaban por la autoproducción en Gasteiz.

En este disco aporta dos visiones de la música: la creación propia y las versiones, ¿percibe mucha diferencia entre la interiorización de una composición propia o ajena?

El punto de partida es muy distinto. Una canción propia nace dentro de mí. Es una semilla que va tomando forma poco a poco, en mi interior y se va transformando poco a poco. El impulso para afrontar una versión nace de la canción en sí, es un estímulo exterior, que luego la debo hacer mía. La tengo que entender, para desnudarla, y ver cuál es la esencia (desde mi punto de vista) de la canción. En general, si decido hacerla es porque algo ha resonado dentro de mí que logra que la pueda sentir como mía y la pueda interpretar desde un lugar propio. Me resulta importante que la versión cuente algo nuevo comparado con la original. Y en ese “algo nuevo” es donde intento hablar, con mi voz, mis melodías, arreglos, cambios de acordes, otros sonidos… lo que sea. Intento versionar desde el respeto y la admiración hacia el autor.

¿Es también exigente con sus composiciones?

Sí, me preocupa aportar. Siempre hay que hacerse esa pregunta. A mí no me vale repetir lo que ya existe. A veces sale, y está bien si me compensa. Pero creo que nuestro deber es trabajar para ir un paso más allá. Darles a las ideas unas vueltas, aunque al final llegues al punto de inicio. Tenemos la obligación de escuchar lo que se hace, lo que se ha hecho y, tras el ejercicio, buscar nuevos caminos que nos llenen el alma. Si no, estamos condenados a repetir las mismas fórmulas cómodas, pero creativamente vagas.

¿El hecho de componer es lo más amistoso para un músico o es un ejercicio proclive al estrés, a la frustración?

Cuando una canción viene a mí, es la cosa más bonita del mundo. En ese momento no me puedo creer que haya vuelto a pasar, que aún tengo la capacidad de ponerle x melodía a aquella letra que escribí hace un año, que ya la daba por perdida por no conseguir encajarla en ningún molde. Y, de pronto, encaja ella sola por haber acertado con ese molde, por haber encontrado el vestido adecuado. Y eso es magia. Lo que pasa es que ese momento es tan delicado, está todo tan virgen, que da mucho coraje meter las manos y empezar a domarlo. Porque en esa fase primeriza los caminos a elegir pueden ser infinitos, pero no queda otra que apostar por uno. Y ese momento es lo más frustrante porque dudo mucho, aunque sé que no hay más remedio que afrontarlo.

De Ruper Ordorika elige versionar «Orain barre, orain negar», quizá porque ya de por sí contiene una atmósfera que no se aleja mucho del lado de sus propuestas flotantes, relajadas... En cualquier caso, una de las composiciones de Ordorika más sugerentes y quizá menos conocidas.

El disco “Lurrean etzanda” es una maravilla. Podríamos haber elegido cualquiera porque todas me mueven. Es una pasada las canciones que ha compuesto Ruper, es que no hay día en que no quiera versionar otra canción. Puede que no sea de las más conocidas, pero es que tiene tanto donde perderse…

En el caso de Delirium Tremens, la canción se escuchó bastante en su momento, pero cuando surgió tendría unos cuatro años.

No soy muy consciente de cuándo la conocí, pero ha sido parte de mi cultura musical. Mi hermano también es muy fan de Delirium. En este caso fue más el juego de reinterpretar la canción, cambiar la armonía, lo que dio sus frutos.

El título del disco es muy poético.

“Zilar printzak” se refiere a un momento efímero, que pasa en seguida, pero te calienta el alma, como una brisa de aire templado, un rayo de sol (eguzki printza) en el mar que aparece y desaparece… Y es que este es un disco que he publicado mientras llega el siguiente larga duración. Es un capricho pequeño, pero gustoso.

«Zarata» es en especial una inmensa parada entre el silencio y la tromba musical, un impecable ejercicio de estilo, ambiente, in crescendo y explosión.

Es un tema que ha crecido con banda, que ha evolucionado desde lo acústico y voz a convertirse en un ser gigante gracias a ellos. La producción en el estudio también fue muy divertida: jugamos con las voces, pianos, distintas capas y sonidos guitarreros, tempos y ritmos divertidos… Ha quedado muy elegante.

Es afortunada por sí misma y por la evidente calidad de los músicos que le acompañan

Muchísimo. Este disco se ha grabado por ellos en buena medida. Quería que quedara grabado el trabajo que hemos hecho estos años, reflejar algo de lo que hemos sido en directo, de nuestro sonido y lenguaje. Sin ellos no habría disco. No sé dónde me llevará el próximo disco, no tengo ni idea, tal cual. Poseo muchos borradores de canciones que están esperando a que les dé forma.