Cuando el hombre inventó la rueda la hizo cuadrada, pero de la frustrante y pública presentación de aquel ingenioso artefacto que asombraría a todos ninguna consecuencia se desprendió, al margen del ridículo del autor.

La vida siguió su curso hasta que la esposa del desacreditado autor probó a darle a la rueda forma redondeada y, un día más tarde, su marido demostraba al mundo que rodaba y pasaba a la historia como el hombre que inventó la rueda.

Muchos años después se siguen inventando objetos y aparatos, entre útiles y absurdos, pero las energías, los materiales y técnicas que hoy utilizamos no van a penalizar los errores solo con el descrédito del autor que, por cierto, sigue siendo el mismo.

El riesgo de construir centrales nucleares cuadradas, de coronar un virus que solo afecte al enemigo, de esconder el amianto, el plomo, el molibdeno… debajo de la alfombra, no es un problema de imagen ni termina con una disculpa en el Parlamento. El cambio climático, para el que no hay vacuna, es la consecuencia de un sistema económico, político y social que es absurdo y perverso. Antes le llamábamos capitalismo.

Y lo peor es que, los socios del mercado, además de estar en el origen del desastre también quieren gestionar la respuesta. A ellos les va el negocio, a los demás nos va la vida en ello.

(Preso politikoak aske)