Jaime IGLESIAS
MADRID

Pasado, presente y futuro del arte vasco se dan cita en ARCO 2020

Ayer abrió sus puertas a los profesionales del sector la 39ª edición de la Feria de Arte Contemporáneo más importante de entre las que se celebran en el Estado y, como es norma en las últimas ediciones, solo una galería vasca (Carreras Múgica de Bilbo) está presente entre los más de doscientos expositores invitados a ARCO, una cita que este año, a falta de país invitado, gira en torno a la ambigüedad de un lema como «It’s Just a Matter of Time».

Después de dos ediciones nacidas bajo el signo de la polémica (hace dos años con la retirada de la obra “Presos políticos en la España contemporánea” de Santiago Sierra y en 2019 a cuenta del gigantesco ninot de Felipe de Borbón que ese mismo autor creó el colaboración con Eugenio Merino), la de este año se prometía una edición tranquila hasta que en la inauguración de la Feria un teletipo anunciaba que ARCO se veía obligada a cambiar su sistema de selección tras una sentencia judicial que señalaba falta de transparencia a la hora de determinar qué galerías y cuáles no tienen garantizada su presencia en la feria. Un tema peliagudo según Ignacio Múgica, de la galería bilbotarra Carreras Múgica que, un año más, es el único expositor vasco seleccionado para la Feria: «En este tipo de procesos siempre hay injusticias, pero rara vez están motivadas por el amiguismo o por intereses espurios».

No obstante, más que hablar de los que no están, el galerista bizkaitarra prefiere centrar su atención entre aquellos que están presentes en esta trigésimonovena edición de ARCO, comenzando por la pléyade de artistas vascos que, un año más, son el eje vertebrador de la propuesta que Carreras Múgica ha traído hasta Madrid: «Nuestra idea es poner en diálogo a generaciones plenamente consolidadas como la de Itziar Okariz o Sergio Prego –que, además, este año fueron seleccionados por la Bienal de Venecia– con otras integradas por artistas emergentes como, por ejemplo, June Crespo. Porque los que hoy son autores reconocidos también fueron, en su momento, creadores incipientes haciendo marcianadas». Aunque Ignacio Múgica es de la opinión de que las nuevas generaciones de artistas vascos vienen pisando fuerte, también es consciente de que «cuesta mucho destacar y son abundantes los casos de gente que se queda en el camino sin que su obra tenga el reconocimiento que merece». De ahí el esfuerzo de la galería que codirige por abrir su espacio expositivo a las nuevas generaciones de artistas poniendo su énfasis en dos polos: Euskal Herria y América Latina. Por eso, junto a su tradicional nómina de artistas vascos (Ángel Bados, Pello Irazu, Raúl Domínguez, Asier Mendizábal o Juan Pérez Agirregoikoa), este año Carreras Múgica ha querido traer a ARCO a uno de sus últimos fichajes, el peruano Armando Tudela.

Ese diálogo entre las distintas generaciones de artistas vascos es algo que puede verse este año muy bien en ARCO. Hay clásicos, como Eduardo Chillida, que nunca pasan de moda, como lo demuestra el hecho de que una galería del prestigio de la neoyorquina Hauser & Wirth haya montado su stand en torno a su obra. El pop arte de Juan Ugalde, por su parte, vuelve a brillar un año más, en el espacio expositivo de Moisés Pérez de Albéniz al que su traslado desde Iruñea a Madrid no le ha privado de seguir dedicando una especial atención al arte vasco, personificado en nombres como los de Miren Doiz o Carlos Irijalba, cuyas esculturas pueden verse en ARCO. Junto a ellos, un nombre de esa generación emergente a la que se refería Ignacio Múgica, el del iruindarra Fermín Jiménez-Landa, que expone cuatro obras en la galería Moisés Pérez de Albéniz, la más destacada de las cuáles es una instalación que, según su autor, «evoca una isla localizada en el Golfo de México, que estaba en los mapas desde el siglo XVI y que un buen día desapareció después de que en sus inmediaciones, justo en la frontera marítima entre EEUU y México, se descubriera petróleo. Entonces le pedí a una compositora yucateca que escribiera un himno para esta isla y junto con una banda nos fuimos a tocarlo a alta mar, llegando hasta las coordenadas donde se supone que debía de estar la isla. En esa acción hay un deseo de denunciar la aplicación de esa cosa absurda que son las fronteras sobre el mar, que es algo fluido, en permanente oscilación». Jiménez-Landa pertenece a esa nueva hornada de artistas vascos cuya trayectoria profesional se ha desarrollado fuera de Euskal Herria, al igual que la bilbotarra Nora Aurrekoetxea, que acude a ARCO por primera vez de la mano de la galería Juan Silió, con tres piezas donde utiliza el pelo como material de soporte: «El pelo es algo que está muy vinculado con las experiencias emocionales y vitales y, como tal, es algo que acarrea historias, vivencias y memoria», comenta la artista, quien no ha podido tener un mejor debut en la feria ya que su obra ha ganado el Premio Comunidad de Madrid para jóvenes creadores.