Ramón SOLA

Las UCI, en una semana crítica sin que el parón laboral las alivie ahora

El sábado creció un 42% el número de personas ingresadas con coronavirus en las UCI vascas. Una mala noticia para arrancar la semana más crítica, que quizás haga precisas instalaciones extrahospitalarias que ya se preparan en recintos como Refena (Iruñea). El parón de la actividad no esencial les dará respiro... pero dentro de semanas.

Los datos son consumidos con avidez estos días para percibir la evolución del coronavirus, pero encierran trampa: la fotografía tremenda de las vidas perdidas (el sábado 38 en Euskal Herria frente a las 46 del viernes) es una imagen diferida de la extensión del Covid-19. Si sumamos un periodo de incubación de unos cinco días a otros siete de detección-prueba-notificación y les añadimos el periodo de agravamiento que desemboca en la UCI (en torno a otra semana de media) o incluso en el fallecimiento, el resultado es que lo que nos señalan los datos de muertes de hoy es lo que empezó a pasar hace seguramente un mes; los ingresos en UCI nos remontan a hace tres semanas; y los positivos, quizás a dos.

Viene esto a cuenta de algo que habrá que tener en cuenta esta semana para frenar cualquier desilusión: el parón de la actividad no esencial decretado al fin –y desde Madrid– evitará desde hoy un alto número de contagios, pero no aliviará de modo inmediato la presión sobre el sistema sanitario vasco ni sus profesionales. Tampoco lo hará la semana que viene. Quizás sí la siguiente, cuando, paradójicamente, si la medida no se ha prorrogado decenas de miles de trabajadores tendrían que volver otra vez a los tajos.

Ese sistema sanitario se enfrenta esta semana a la fase más crítica, tras un proceso in crescendo imparable, puesto que las complicaciones de la enfermedad hacen que las estancias se alarguen. Las muertes quizás vayan remitiendo; los ingresos, seguro que no. Y son las Unidades de Cuidados Intensivos las claves de bóvedas que concentran toda esa presión.

Por eso, si bien en los datos de ayer la sangría de fallecimientos experimentó una importante merma respecto al viernes, en los datos de la CAV especialmente hay un factor alarmante. El número de ingresados en UCI saltó el sábado desde 170 a 271, al producirse nada menos que 110 nuevos ingresos y únicamente nueve altas.

Más de la mitad de estos enfermos graves están en Bizkaia, repartidos entre Basurto y Cruces fundamentalmente, con algunos ingresos en Galdakao y Urduliz. Ayer fue también, por cierto, el previsible día en que Bizkaia pasó a superar a Araba en número de fallecimientos (116 frente a 115), por delante de los 84 producidos en Nafarroa, 34 en Gipuzkoa y la siempre inexcrutable nebulosa de Ipar Euskal Herria, donde solo hay certeza de una muerte.

En Nafarroa se cuentan ya también 90 personas con coronavirus en la UCI, y pese a que desde las dos administraciones se envíen mensajes tranquilizadores, este es el primer herrialde en que se empezará a instalar un «hospital de campaña» por si se llegara al cuarto nivel previsto de alerta. Se irá equipándolo hoy en Refena, el recinto ferial ubicado entre Iruñea y Berriozar, con la aportación de gremios distintos.

Refena podría acoger hasta 400 camas, en principio para enfermos menos graves que pudieran ser sacados a este tipo de recinto provisional.

En cuanto al territorio Osakidetza, lo que se conoce es que en Txagorritxu (Gasteiz) se han adaptado zonas nuevas como UCI, mientras en Bizkaia se opta por ampliar las unidades existentes con nuevas camas «y se trabaja en nuevas áreas, si es necesario», en palabras de la consejera, Nekane Murga. En paralelo se van buscando hoteles para librar con ellos habitaciones normales hospitalarias que pudieran reconvertirse en UCI: María Cristina en Donostia, Gran Hotel Lakua en Gasteiz, Iruña Park en la capital navarra...

Mirando en escala, el potente complejo previsto en Refena será una minucia frente al enorme sanatorio portátil levantado en tres días en IFEMA de Madrid, en el que se han previsto hasta 1.200 camas y de ellas al menos un centenar de UCI, lo que ha requerido complejas tareas de conducciones subterráneas de oxígeno, por ejemplo. Y otra diferencia sustancial: mientras Iruñea y Gasteiz dicen confiar en no tener que usar esas infraestructuras, Madrid ya prevé que se llenará.

En su comparecencia ayer, el portavoz estatal en esta crisis, Fernando Simón, afirmó que detectan seis autonomías en situación cercana al colapso y tres más que llevan camino. Cuando se le pidió detallarlas, eludió hacerlo diciendo que en su caso deben identificarse ellas. Pero los datos llevan a pensar que las dos vascas están en el grupo de nueve. En términos absolutos, la CAV es la quinta con más pacientes en UCI tras Madrid, Catalunya y las dos Castillas.

Sobre la mesa estatal está también la opción de derivar enfermos de unas comunidades a otras menos sobrepasadas, pero quien quiera hacerse una idea aproximada de lo que ello supone puede leer en NAIZ cómo han llegado seis pacientes de Alsacia a Baiona, cruzando más de 1.000 kilómetros en un TGV medicalizado especial.

Sanitarios enfermos

Pero la atención sanitaria no solo son infraestructuras, sino por encima de ello personas. El Gobierno de Lakua estaba siendo reticente a dar datos sobre sanitarios contagiados por el Covid-19, pero ayer, a preguntas de los periodistas, el director de Planificación Sanitaria Mikel Sánchez indicó que son en torno a un sexto del total de personas infectadas, lo que supone un volumen muy relevante.

En Nafarroa sí se aporta el dato exacto. Han dado positivo un total de 373 profesionales sanitarios, de los que 194 corresponden a la red pública de Osasunbidea. Entre ellos figuran 72 médicos y 62 personas del ámbito de la enfermería. El Ejecutivo Chivite prefiere subrayar que suponen alrededor de un 1,6% del total del colectivo, pero la cifra no puede edulcorarse de ninguna manera.

Para todos estos trabajadores y trabajadoras esta semana no hay orden de quedarse en casa, sino todo lo contrario: emplearse a destajo, seguro en la semana más tremenda de toda su trayectoria. A más de uno se le pasará por la cabeza que si el parón de actividad no esencial se hubiera dictado cuando se empezó a demandar, hace dos semanas, la labor sería algo más llevadera. Una carga extra que, eso sí, nunca podrá medirse.