EDITORIALA
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Una imprevisión imposible de esconder y de justificar

En las comparecencias estatales de este fin de semana ha habido un detalle inquietante. Los periodistas atribuyeron a un lapsus que el representante de la Policía española, José Angel González, dijera el sábado que ya «hace tres meses» el Ministerio de Sanidad empezó a buscar material de protección contra el coronavirus. González terminó ayer trayendo la fecha algo más cerca, al 21 de enero, pero sin aclarar entonces cómo es posible que gran parte del personal sanitario aborde esta fase crítica de finales de marzo sin sus EPI de autodefensa ante el Covid-19.

Es posible que con ello este policía simplemente haya querido combatir la hipótesis de que el Estado español ha incurrido en un pecado imperdonable a la vista de la gravedad de la pandemia: la falta de previsión. Pero los hechos están a la vista, y no solo en Madrid: faltan todo tipo de materiales (de test a mascarillas) y tampoco existía estrategia. Italia tuvo un mes para aprender de China que no aprovechó; el Estado español va una-dos semanas más tarde que Italia pero toma sus decisiones a la misma velocidad que Roma; Johnson perdió en bravatas unos días vitales para salvar vidas en el Reino Unido; y, pese a signos ideológicos diferentes, Estados Unidos o Brasil y México van a ser los próximos atropellados por el tren de esta tragedia imparable.

En territorio vasco no podrá haber ni un policía que intente camuflar esa falta de previsión. Es el propio lehendakari Urkullu quien ha hecho bandera de ella intentando sostener hasta el final una convocatoria electoral inverosímil (estremece pensar que aún quedaría una semana hasta el 5A) y obstaculizando un parón imprescindible por pura humanidad (inquieta pensar que llamadas como la de la consejera Tapia ayer puedan tener eco en fábricas hoy). El cortoplacismo ha sido uno de los males de la política tradicionalmente. La imprevisión es un vicio vetado a gobernantes en un mundo de amenazas globalizadas.