Beñat ZALDUA
DONOSTIA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

El paro apunta que es la propia pandemia la que frena la economía

Antes de que se aplicase el cierre –matizado– de la actividad industrial, el paro creció en marzo en casi 15.000 personas en Hego Euskal Herria. Una muestra de que puede ser la propia pandemia, más que las medidas para frenarla, la que lastra la economía. Una visión refrendada por diversos economistas y por la experiencia de la gripe en 1918.

«No estamos en una guerra, los marineros no necesitan morir». Brett Crozier, comandante en jefe del portaaviones USS Theodore Roosevelt de la marina estadounidense, imploró con esas palabras ayuda al Pentágono hace unos días, después de ver cómo el coronavirus se extendía entre muchos de sus 5.000 tripulantes. Todos en esta crisis intentan poner su agenda en primera línea, pero es el Covid-19 el que impone sus reglas.

Puede que la lección sirva también para la economía. No por esperadas resultan menos preocupantes las cifras del paro, que durante el mes de marzo creció en Hego Euskal Herria en 14.364 personas, según se supo ayer. Las cifras generales del Estado español son bastante peores, pero no parece un gran consuelo. A esas cifras, que se desgranan en la página 26 de esta edición, se añaden los miles de ERTE, que afectan a prácticamente 600.000 trabajadores en Nafarroa, Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, según informó Fedea el miércoles. Y al margen de estas cifras quedan aquellos que desde esta semana están en casa con el permiso retribuido decretado por el Gobierno español para mitigar el cierre –parcial– de la actividad económica.

Resulta muy complicado, sin embargo, conocer a día de hoy el alcance de ese cierre de las actividades no esenciales, pues son numerosas las industrias que han buscado, con la inestimable ayuda de Lakua en el caso de la CAV, todos los resquicios posibles para mantener la mayor actividad posible.

Pese a ello, las cifras económicas de marzo sugieren que es la epidemia misma, junto a las primeras medidas de confinamiento –cierre de comercios, restricciones a la movilidad, etc.– la que impacta de forma importante sobre la economía, antes que las medidas más recientes y estrictas sobre la actividad industrial. Cabe recordar que la propia patronal Confebask consideraba que la actividad económica rendía ya a un 50% antes de que Sánchez decretase un confinamiento casi total que, en cualquier caso, se ha ido matizando día a día.

Aprendizajes de 1918

Una vez más, la pandemia de la gripe de 1918 puede servir de inspiración y aprendizaje. Investigadores del MIT y del Banco Federal de Reservas de New York han publicado una investigación que lleva un elocuente título: «Las pandemias deprimen la economía, las intervenciones de salud pública, no; evidencias de la gripe de 1918».

Los autores del informe investigaron la evolución económica de 30 estados y 66 ciudades estadounidenses durante la pandemia de la llamada gripe española, y aunque piden prudencia a la hora de extrapolar resultados a la situación actual de forma automática, reivindican la validez de sus conclusiones: «Las pandemias son muy perjudiciales para la actividad económica, sin embargo, las medidas oportunas que pueden mitigar la gravedad de la pandemia pueden reducir la gravedad de la recesión económica persistente». «Es decir, las intervenciones para preservar la salud pública pueden reducir la mortalidad y al mismo tiempo ser económicamente beneficiosas», añaden.

Los investigadores llegaron a tales conclusiones después de constatar que la pandemia, por sí misma, «conduce a una caída aguda y persistente de la actividad real económica». «La pandemia deprime la actividad económica a través de sus efectos sobre la oferta y la demanda», añaden. Es decir, si tienes a medio país enfermo, la economía se resiente –aquí, por fortuna, la propia sociedad tomó medidas antes de llegar a tal extremo–.

De ahí saltan a la segunda parte de las conclusiones, que tienen que ver con los resultados de las medidas políticas aplicadas: «Las ciudades que implementaron intervenciones de salud no farmacéuticas más rápidas y contundentes no experimentan peores recesiones; por el contrario, la evidencia sobre la actividad manufacturera y los activos bancarios sugiere que la economía después de la pandemia funcionó mejor en áreas con intervenciones de salud pública más agresivas».

Las conclusiones casan con lo señalado por el economista Joseba Garmendia en la entrevista publicada en estas páginas el lunes, así como con lo advertido por analistas de prácticamente todos los colores. Valga recordar las palabras del exministro español Miguel Sebastián, poco sospechoso de posturas radicales –¿se acuerdan de aquello de que bajar impuestos también era de izquierdas?– cuyo abuelo, por cierto, murió por gripe en la pandemia de 1918: «El mayor daño a la economía es que esta pandemia se prolongue». «La industria sigue sin entenderlo; más vale que caiga un 50% un mes que un 5% durante 10 meses», añadió en una interesante entrevista en “El Confidencial”.

Los argumentos económicos se suman así a los de la ética más elemental, compartidos estos días también por elementos tan poco sospechosos de anticapitalismo como Bill Gates: «Recuperar la economía es más posible que revivir a las personas». Lo ha dicho con otras palabras, si cabe más pertinentes, el presidente de Ghana, Akufo-Addo: «Sabemos devolver la vida a la economía; lo que no sabemos es cómo traer de vuelta a la vida a las personas».

Tendencia mantenida

Porque mientras tanto, las cifras de fallecidos no dan tregua. Ayer fueron 54 las personas que murieron en Hego Euskal Herria con el Covid-19 diagnosticado, lo que eleva el saldo total conocido a 555 personas en todo el país. No por esperada la evolución resulta más llevadera.

En cuanto a los casos confirmados, estos superaron ayer una nueva barrera sicológica y llegaron a los 10.014. Sin embargo, aquí la tendencia es algo más favorable e invita a pensar en cierta estabilización. Ayer se sumaron 664 nuevos casos, lejos de los 889 registrados en el pico del 25 de marzo. Sin embargo, sigue sin ser una cifra fiable, pues pese a lo dicho ayer por el lehendakari Iñigo Urkullu –lean a Iñaki Iriondo en la página 6–, siguen sin hacerse test a todos los que presentan síntomas.

Por ello, la cifra más positiva sea quizá la referida a las hospitalizaciones, que se han ralentizado mucho, hasta el punto de que ayer no se registró variación ninguna en el resultado final, aunque sí que creció, en 16 personas, la cifra de ingresados en UCI. Pero tiempo habrá mañana de hacer balance de la semana.