Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

Patxi Ruiz

Patxi Ruiz lleva 19 años en prisión y hace 12 días que decidió iniciar una huelga de hambre y sed hasta sus últimas consecuencias. El jueves fue hospitalizado por orden de la AN y, según los últimos informes médicos, se encuentra ya en riesgo de muerte. Hasta aquí la crónica de unos hechos que comenzaron por las graves amenazas, infringidas a Patxi después de apoyar la protesta de los presos de Murcia II y denunciar las malas condiciones de salud en la prisión. A día de hoy, la realidad que envuelve y atenaza la vida de Patxi se acerca demasiado a la palabra muerte; golpea la resignación del dolor colectivo, sobrecoge y asusta más allá de cualquier discurso o estrategia política. En realidad, nos abruma porque oprime la fibra de ese humanismo existencialista que toda idea revolucionaria o de izquierdas debe llevar consigo. «Ruiz ha tomado una de las decisiones más difíciles que se pueden adoptar en prisión», afirman en un comunicado ex presos y presas políticas de la Txantrea. Desde la libertad de la calle siempre resulta difícil imaginar qué puede impulsar a una persona a elegir conscientemente una opción en la que puede morir. Una vez más, la respuesta está y estará en unas medidas carcelarias, pensadas para aniquilar al ser humano, que se apoderan del tiempo y permanecen implacables en la venganza.