Ainara LERTXUNDI
Entrevue
MIREIA FERNÁNDEZ-ARDèVOL
EXPERTA EN COMUNICACIÓN DIGITAL DE LA UNIVERSITAT OBERTA DE CATALUNYA

«Hemos aprendido que hay cosas que se pueden hacer sin juntarnos físicamente»

Codirectora del grupo de investigación Communication Networks & Social Change (CNSC) del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la comunicación móvil ha sido una de las principales áreas de investigación de Mireia Fernández-Ardèvol desde 2003.

“COVID-19: Tecnología digital, Conexión Social y Soledad” lleva por título el estudio internacional dirigido por las investigadoras de la Open University de Gran Bretaña Hannah Marstrom y Sarah Earle, en el que también participa Mireia Fernández-Ardèvol como codirectora del grupo de investigación Communication Networks & Social Change del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

El objetivo de este proyecto en el que participan universidades de todo el mundo es explorar el uso de la tecnología digital y el comportamiento de la ciudadanía durante la pandemia, su percepción de la soledad en el confinamiento, así como los niveles de alfabetización en temas de salud digital y cómo se ha transformado la sociabilidad.

En entrevista a GARA desde Barcelona, asegura que «la clave no está en conseguir una vacuna o en cuánto vamos a tardar en hacerlo, sino en la evidencia de que va a haber más pandemias y eso va a cambiar las formas en las que nos socializamos, viajamos o trabajamos, y la manera en la que vivimos en el día a día. (...) El mero hecho de llevar mascarillas, guantes, cómo entramos y salimos de casa… ya están cambiando nuestra forma de hacer». Subraya que «los cambios son multidimensionales, pero aún están por estudiar».

¿Como sociedad somos realmente conscientes de lo mucho que hemos cambiado ya, y de los cambios que llegarán?

Nos vamos dando cuenta cada día un poco más, aunque todavía no tenemos suficiente conciencia de cuánto van a cambiar las cosas. Esa nueva normalidad de la que se está hablando no viene de la clase política, que ha utilizado este concepto para lanzarse puyas unos a otros. Lo hace de la mano de los expertos. La clave no está en conseguir una vacuna o en cuánto tardaremos en hacerlo, sino en la evidencia de que va a haber más pandemias y eso va a cambiar las formas en las que nos socializamos, viajamos o trabajamos, y la manera en la que vivimos en el día a día El mero hecho de llevar mascarillas, guantes, cómo entramos y salimos de casa… ya están cambiando nuestra forma de hacer. Este shock se va a quedar en el tiempo, además de todo el tema económico.

Aparte del uso de mascarillas, guantes y geles, ¿qué otros cambios quizás menos visibles estamos introduciendo?

Nos estamos dando cuenta de que podemos reducir la movilidad y seguir adelante con nuestras vidas. Seguramente las vacaciones este año serán como en los años 80, en coche. En lo laboral, hasta las instituciones más reacias al teletrabajo está viendo que es posible. Los aspectos son multidimensionales, pero aún están por estudiar. Por tanto, no puedo dar una lista cerrada más allá de los grandes temas que están saliendo en el día a día. Estamos convirtiendo nuestras casas en lugar de ocio, de descanso, de trabajo, de estudio. Todas esas dinámicas van a dejar un tipo de rastro en los próximos meses. Ni siquiera sabemos cuándo vamos a volver al colegio o a la universidad, y hay muchas empresas que se están planteando que no pasa nada si prolongan el teletrabajo hasta mediados de setiembre. Si nos vamos a pasar seis meses teletrabajando, las dinámicas laborales se van a redefinir. Las diferentes dimensiones de lo social –las unidades familiares, el trabajo, la educación, los bares, cines, teatros...– están alteradas y seguirán estándolo un tiempo, por lo que es previsible que se creen nuevas dinámicas por necesidad y porque hemos aprendido que hay cosas que se pueden hacer aunque no te juntes físicamente.

¿Por ejemplo?

Celebrar cumpleaños. O si nos referimos al mundo académico o a la industria en general, por ejemplo, los congresos. Fíjate el gran drama que supuso en febrero para Barcelona la cancelación del Mobile World Congress. Visto en perspectiva, no sé si ahora mismo está en la lista número uno de los mayores problemas de la ciudad. Cierto tipo de actividades que se promovían porque resultaban útiles y estaba bien hacerlas se van a repensar, de hecho ya se están repensando. Las ganas de la gente de viajar se han reducido. Basta con ver lo ocurrido en el vuelo Madrid-Gran Canaria, en el que los pasajeros se quejaron de que no había un asiento libre en medio. La idea de estar unas cuantas horas encerrados con gente que no conoces va a cambiar. Muchas actividades que las percibíamos como totalmente necesarias, ahora no lo son. Estamos viendo que podemos hacer reuniones de manera no presencial y obtener más o menos lo mismo sin necesidad de vernos la cara.

Al igual que el turismo de congresos, el de ocio también se va a ver alterado. ¿Cómo lo ve?

Por supuesto. La perspectiva es otra. ¿A dónde vas a ir que sientas que es un lugar agradable y seguro en términos sanitarios? Si te están diciendo que no cojas el transporte público para ir a trabajar, ¿por qué te vas a meter ocho horas en un avión y dos escalas para irte a las antípodas? La percepción del riesgo será distinta. Hay quien dice que en cuanto tengamos la vacuna se recuperarán esos niveles de actividad, pero los expertos están advirtiendo de que va a haber nuevas pandemias y el shock social va a traer consigo que te quedes más cerca, que entiendas que hay otras maneras de hacer ocio y de viajar, además de, no nos olvidemos, la crisis económica en la que estamos entrando. Esa idea de que al año tenías que irte tres veces de vacaciones y cuanto más lejos mejor, va a cambiar indudablemente.

¿Qué papel está jugando la tecnología digital, más aún teniendo en cuenta la brecha que pueda haber entre diferentes edades en cuanto a su uso?

Toda la sociedad, independientemente de la edad, está aprendiendo mucho de tecnología digital. Estamos haciendo cosas que no teníamos ni idea porque la necesidad nos obliga. Estamos teletrabajando, haciendo conferencias en todas la plataformas habidas y por haber, estamos aprendiendo a ayudar a alguien por teléfono a configurar todo tipo de aplicaciones. Todo el mundo está aprendiendo mucho a cualquier edad: las personas en edad laboral a teletrabajar, las personas más mayores que quizás no tenían tantas competencias digitales, las están desarrollando para socializar, al igual que lo están haciendo los estudiantes, desde los más pequeños hasta los más mayores, porque hacer reuniones o clases on line no es algo que necesariamente lo tuvieran incorporado. Tener que hacer trabajos en grupo sin juntarse físicamente es también un reto para los más jóvenes. Tenemos la idea preconcebida de que cuanto más joven, más competencias digitales se tienen y no es exactamente así. Las competencias digitales de los niños y adolescentes están relacionadas con su socialización, pero hay muchos estudiantes que cuando llegan a la universidad no saben escribir un correo electrónico, lo hacen como si estuvieran escribiendo un whatsapp. Confunden el código de lenguaje y esto lo veo como profesora. Antes del confinamiento se les hacía muy extraño que les convocaras a una reunión on line. El hecho de ser estudiantes no quiere decir que están habituados a ello.

Todo el mundo se está peleando contra elementos digitales estas semanas. Estamos aprendiendo a golpes. Y de nuevo quien tenga menores competencias digitales o peor dotación informática, va a ser quien esté peor; familias con niños y niñas que no tengan suficientes ordenadores para todos los miembros de la casa, trabajadores con mala conexión a internet o sin dispositivos electrónicos para trabajar... Las empresas nos han mandado a teletrabajar, ¿pero nos han dado ordenadores que estén en condiciones? ¿Nos han garantizado una conexión a internet que sea potente?

En el caso de las personas mayores, ha habido todo un movimiento para llevar tabletas a residencias para que pudieran ver a sus familiares; se están llevando dispositivos informáticos a menores que se sabe que no disponen de una dotación informática adecuada para seguir el curso. Hay un colectivo bastante olvidado que es la población mayor que vive sola en casa. Muchos tendrán WhatsApp, pero más allá de eso no tienen nada. Aunque te permite hacer un montón de cosas, sobre todo en nuestra sociedad, hay gestiones imposibles de hacer, como por ejemplo, una solicitud en el Ayuntamiento, tramitar la declaración de hacienda o reclamar la factura del gas. Los teléfonos aún siguen saturados. De lo que llamamos división digital, se están quedando en el lado que no toca. Ahora eso mucho más acusado porque gran parte de nuestras interacciones son digitales.

Estar en confinamiento no equivale a sentirse solo o aislado. ¿Qué impacto van a dejar estos dos largos meses?

Esa es una de las dimensiones que queremos analizar en esta investigación. Esto no es una situación neutral para nadie. La hipótesis es que va a haber más gente afectada en términos negativos que positivos. Por eso nos estamos fijando en la percepción de la soledad para saber qué está pasando sin el prejuicio de que todo el mundo se ha sentido más solo y, por tanto, peor. Una cosa es estar físicamente sola y otra sentirte sola. Estar todas las horas en las que estamos despiertas conectadas digitalmente, no está directamente relacionado con sentirnos o no solas.

¿Incorporaremos el abrazo virtual a la «nueva normalidad»?

Hay culturas que no se tocan, otras en las que sí. Yo todavía no soy capaz de predecir qué va a pasar. Y ni siquiera soy capaz de ver cómo se están socializando las personas porque no puedo salir a hacer trabajo de campo. Si lo que tenemos es miedo a tocarnos para no contagiarnos, alguna cosa se va a ver alterada. Y, abrazar ¿a quién? ¿A alguien que por trabajo acabas dando un abrazo y te da igual hacerlo o no? En nuestro entorno laboral nos besamos más que en otros países y hay gente que no lo lleva muy bien. Igual, tenemos que hacer como en las culturas asiáticas, una reverencia, una inclinación en vez de darse la mano. ¿Y el abrazo? Depende con quién. Si es con alguien con quien convives, bueno. ¿Pero si es con alguien a quien quieres mucho y no convives? ¿Cómo será la primera vez que te veas con esa persona? Ahora, estamos haciendo lo que podemos. Iremos aprendiendo, pero todo estará muy marcado por el miedo a contagiarse y a contagiar.

¿Cómo describiría el uso que se está haciendo de las nuevas tecnologías para la búsqueda de información sobre la pandemia, grupos de ayuda...?

Lo digital se ha intensificado en todas las dimensiones. Tenemos la búsqueda de información y de grupos de ayuda. Quien ya tenía tradición en el uso digital, seguramente haya sido el canal al que para bien y para mal haya recurrido, porque ahí están las fake news y el hecho de enviar y reenviar información que no siempre es muy fiable. Una competencia digital muy relevante esa saber distinguir qué fuentes son fiables y cuáles no, o cómo gestionar la información que te llega. Los grupos de WhatsApp han servido en algunos momentos para difundir bulos, informaciones xenófobas, poco precisas... Parece que esos grupos están aprendiendo a autorregularse y a fijarse en las fuentes. En eso también estamos aprendiendo y ha habido una reflexión.