Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Cadenas

La razón de que varios millones de electores se quedaran ayer en casa en la segunda vuelta de las municipales seguramente es plural y compleja, pero en el fondo de este desencanto democrático reposa el desafecto general a lo colectivo, sean partidos políticos, sindicatos o asociaciones de barrio.

Solo a veces aparece algún hecho, trágico, que remueve ese poso hasta el punto de que lo colectivo recobra fuerza, como el homicidio de George Floyd que resucitó el de Adama Traoré y que a su vez ha despertado el sentido de grupo y la conciencia social frente al racismo.

Son fogonazos que logran que algunos se cuestionen el pasado esclavista del Estado francés o que otros reflexionen sobre la situación actual de los herederos de aquel tráfico humano, encadenados en las periferias de las grandes ciudades por un sistema incapaz de proponerles una salida digna.

Aquí la abstención sube año tras año, pero también en los pequeños municipios, porque en cada vez más casos es evidente que el interés por lo público de muchos candidatos esconde un interés predominantemente privado, circunstancialmente colectivo y por lo tanto menos humano.

Ese desencanto se vive también hacia la justicia, de solidez variable, piadosa con algunos y tan severa con otros que el sábado se formó una cadena humana para denunciar que en la moderna y democrática Francia existe, de facto y para algunos, la primitiva y tiránica cadena perpetua.