Koldo LANDALUZE
DOCUMENTAL «INMATE #1: THE RISE OF DANNY TREJO»

Cuando Danny Trejo encañonó a sus demonios

Danny Trejo se coloca ante el espejo en “Inmate #1: The Rise of Danny Trejo”, un documental que explora los infiernos y posterior redención de este icónico actor chicano que alterna su labor interpretativa apoyando a jóvenes reclusos que cumplen condena o que quieren dejar atrás su drogadicción.

La peripecia vital del chicano Danny Trejo se amolda perfectamente al tópico de «una vida que merece ser filmada». De aspecto fiero, ha enriquecido la galería de villanos de un buen número de filmes de todo tipo de perfiles, desde superproducciones como “Heat”, “Desperado”, “Abierto hasta el amanecer” o “Con Air” hasta propuestas de serie Z como “El ataque del tiburón de tres cabezas” o “Zombie Hunter”.

Bajo la dirección de Brett Harvey y con entrevistas a otras personalidades de la industria audiovisual estadounidense como Michelle Rodríguez, Cheech Marin o Robert Rodríguez, se estrenó ayer en diferentes plataformas digitales un documental que explora los infiernos y posterior redención de este emblemático actor: “Inmate #1: The Rise of Danny Trejo”.

Problemas con la ley, adicciones a las drogas, robos, violencia y más de una década entrando y saliendo de la cárcel marcaron la etapa juvenil de un actor que es especialmente querido entre la comunidad latina. En un momento determinado del documental, Danny Trejo revela frente a la cámara: «Me hice una promesa a mí mismo. Trata de hacer el bien. Y me convertí en consejero antidrogas».

De esta manera, el protagonista de “Machete” alternó su faceta interpretativa con sus labores de asesor para jóvenes que cumplían condena o que intentaban dejar atrás las drogas. Según subraya el propio actor, «si actúas mal, te atrapan. Es así de sencillo. No hay un camino fácil: tienes que trabajar duro. La educación es la clave de todo».

Adam Scorgie, productor de “Inmate #1: The Rise of Danny Trejo”, ha manifestado que «hoy Danny Trejo es moderado, bondadoso y probablemente una de las personas más amables que podrás conocer. Pero no siempre fue así. Creciendo en las duras calles de Pacoima (California), fue criado y guiado por su tío, un drogadicto y un ladrón. A los 12 años Trejo había probado la heroína. A los 15, entró en prisión por primera vez. A los 23, fue sentenciado y encerrado en San Quintín por vender una bolsa de 30.000 dólares de heroína a un agente encubierto».

Por su parte, Trejo añadió durante la presentación del filme que «mi tío Gilbert era mi héroe. Siempre tenía un fajo de billetes con una goma. Y todo el vecindario se componía de gente trabajadora y muy humilde, siempre estaban sudorosos. Así que lo otro me atrajo. Pero no me di cuenta de que eso solo dura unos seis o siete meses. Luego vas a la cárcel y no tienes nada. Y ahí es donde terminé».

«Danny, tira abajo la puerta»

Varios años entre rejas en prisiones como San Quintín o Folsom colocaron al joven Trejo al límite. «Me vi involucrado en una pelea muy fea en la cárcel en la que algunas personas salieron heridas de gravedad. Y nos mandaron al ‘agujero’. Recuerdo que en aquella celda aislada le pedía a Dios: ‘Solo déjame morir con dignidad y diré tu nombre cada día’. Cuando salí, me di cuenta de que había hecho una promesa y empecé a ayudar a la gente», detalló.

Tras abandonar la cárcel en 1969, su vida dio un giro completo que lo encaminaría por la senda de la interpretación, una ruta que el actor recordó de la siguiente manera: «Cuando estás en la cárcel y sabes que se va a montar un lío en el que muchos saldrán heridos, por dentro estás cagado de miedo, pero por fuera tienes que parecer un asesino. Eso es actuar. Recuerdo a un director que me dijo: ‘Danny, quiero que tires abajo la puerta, quiero que atraques esa timba de póker y que parezca real’. Yo ya había robado en timbas, así que eché abajo la puerta, le pegué a un tipo y apunté con una pistola: ‘Te mataré’. El director me dijo: ‘Dios mío, Danny. ¿Dónde estudiaste?’. Y yo dije: ‘Robando en Safeway, Vons...’».

Su aspecto cincelado en roca le dio sus primeros papeles como extra. Su nombre ni siquiera aparecía en los créditos, tan solo era «preso 1» –de ahí lo de “Inmate #1”–, «chicano 1», etc. Se apuntaba a todo lo que le saliera –tiene 384 créditos con su nombre en el registro audiovisual IMDb–, pero a finales de los 80 comenzó a hacerse un hueco hasta que en 1995 llegó su momento con el asesino silencioso de “Desperado”.

Ahí comenzó su relación con el cineasta latino Robert Rodríguez, que le convertiría definitivamente en un icono pop gracias a sus intervenciones en el díptico ‘“Machete” y “Machete Kills”. En sus reflexiones, Trejo concluye: «Me encanta mi vida, me encanta lo que hago. El éxito para mí es irme a la cama por la noche sintiéndome bien».