Pablo GONZÁLEZ
Periodista
ESCENARIO POSELECTORAL

Las presidenciales polacas muestran las debilidades de la UE

Un candidato euroescéptico, conservador y populista se ha impuesto de nuevo en Polonia, el país que más subvenciones de la Unión Europea recibe. El discurso excluyente del reelegido Andzrej Duda divide al país y muestra los peligros que la política polarizante supone para las democracias.

Polonia ha enviado un mensaje a la Unión Europea (UE) después de que Andrzej Duda del partido Ley y Justicia (PiS) haya ganado las elecciones presidenciales con un discurso nacionalista, excluyente y que mira hacia Washington en política exterior. Además, se ha impuesto por un escaso margen, 422.000 votos, al candidato liberal, Rafal Trzaskowski. Este resultado deja una Polonia dividida con varias polémicas y otros tantos interrogantes sobre el futuro del país y la UE.

Trzaskowski, y el partido Plataforma Cívica por el que se presentaba, ya han anunciado que llevará a tribunales las irregularidades detectadas durante las elecciones. Es poco probable que sus denuncias progresen en un sistema judicial recientemente reformado por el PiS y cuya comisión electoral central controla la formación que respalda a Duda, pero evidencia que al menos casi la mitad del país no comparte las ideas de la otra mitad. Es curioso observar en el mapa electoral la coincidencia entre las áreas dónde se votó a Duda con el territorio polaco que perteneció al Imperio Ruso hasta la Primera Guerra Mundial y las áreas en las que se votó por Trzaskowski y los territorios que pertenecían a Alemania y al Imperio Austro-Húngaro.

Esta división de hace más de un siglo sigue vigente, la mitad más próspera, urbana e industrial del país vota por el candidato liberal, que defiende la separación de poderes, un Estado laico, el derecho al aborto y los derechos de la comunidad LGBT+. La otra mitad, agraria, de pequeñas ciudades y áreas rurales, defiende lo que considera la Polonia auténtica, en la que el Estado es teóricamente laico, pero en la práctica no hay separación entre Iglesia (católica) y Estado, donde se quiere prohibir el aborto (en Polonia solo son legales en caso de violación o incesto y cuando la gestación supone una amenaza directa para la vida de la madre) y donde se considera a la comunidad LGBT+ una «ideología» y se le niegan derechos básicos. Un tercio del país, además, se ha declarado «zona libre de LGBT».

Esto sucede dentro de una UE que predica precisamente valores opuestos. Se da la paradoja de que la sociedad polaca es la que tiene, entre todos los socios de la unión, una visión más positiva de la UE, con un apoyo del 72%. Al mismo tiempo, las autoridades del PiS tienen un discurso marcadamente euroescéptico a pesar de ser el país que más fondos comunitarios recibe. Varios millones de polacos trabajan en otros países de la UE, el Gobierno abraza la financiación proporcionada por Bruselas y exige más fondos. Sin embargo, el mismo Ejecutivo ignora o directamente combate los valores comunitarios negándose a acoger inmigrantes y refugiados, como hizo en 2015, o torpedeando la política exterior común, como cuando organizó junto a EEUU en 2019 una conferencia sobre la cuestión iraní, a la que no acudieron ni la entonces responsable de política exterior, Federica Mogherini, ni representantes de primer nivel de cancillerías europeas.

En Polonia, asimismo, se está limitando poco a poco el espacio mediático y se está reaccionando con vehemencia ante cualquier atisbo de información alternativa. Se puesto el evidencia durante la campaña electoral para presidenciales, en la que no se celebrado debates televisados entre los dos candidatos. Cada uno acudió a un medio diferente, el presidente Duda a la TVP, la televisión pública, y Trzaskowski, a la cadena TVN, propiedad del grupo estadounidense Discovery. El PiS ha criticado también a periodistas extranjeros, a los que ha acusado, sobre todo a los a los alemanes, de tratar de influir en asuntos internos polacos.

Incluso la embajadora de los EEUU en Polonia, Georgette Mosbacher, ha criticado a las autoridades por sus ataques a los medios independientes, lo que ha llevado al partido de extrema derecha Confederación ha pedir que sea declarada persona non grata y ha lanzado la consigna «Mosbacher go home». Una muestra más de que ninguna crítica es bien recibida, ni aunque provenga del principal aliado del país. Aliado que ya ha declarado que será Varsovia la que pague por el acuertelamiento de las tropas adicionales de EEUU en suelo polaco, que llegarán tras su salida de Alemania.

Sin duda Polonia es hoy una democracia europea, pero su regresión en los últimos años es notable: pérdida de la independencia judicial, planes para reformar la Constitución según los intereses del partido en el poder, propaganda estatal, crítica a los medios independientes –sobre todo extranjeros–, mensajes excluyentes hacia las minorías y foráneos... Todos ellos, elementos que se están dando a día de hoy y que suponen un serio aviso para Bruselas y para el concepto de democracia que defiende.

La UE se ve, por ahora, incapaz de influir en los países a los que incluso financia de manera notable: en el caso de Polonia, con 86.000 millones de euros entre 2014 y 2020. Es más, Bruselas deja hacer a los socios comunitarios sin pedirles casi nada a cambio, presuponiendo un funcionamiento democrático que en el caso polaco se está produciendo de forma cada vez más renqueante. No haberle exigido desde su entrada en la Unión, en 2004, la adopción de los valores comunitarios deja ahora un país integrado en lo que le beneficia, pero que ignora todo lo demás.