EDITORIALA
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Escenarios, logística y debates para el nuevo curso escolar

En estos tiempos de pandemia e incertidumbre, la toma de decisiones políticas debe partir de una proyección de escenarios. Han de contemplarse desde el más benevolente hasta el más trágico. En estos meses se ha demostrado que el curso lógico de las cosas se altera brusca y constantemente. Lo que se pensaba antes sirve de poco hoy. La previsión y la flexibilidad para cambiar de guión se han convertido en valores centrales.

Atender lo urgente sin perder de vista lo estratégico es una competencia necesaria que hay que educar a toda velocidad. Son capacidades que se están adquiriendo y entrenando sobre la marcha. Competencias nuevas, adaptadas a un nuevo tiempo. Ese también debería ser, seguramente, uno de los objetivos principales y declarados del nuevo curso escolar. Aprender a adaptarse.

El ejemplo es una forma de educar. Sin embargo, apenas falta un mes para que comiencen las clases y no hay planes claros sobre cómo se va a organizar el curso. Es momento de dar estos debates. De lo contrario, solo quedará asumir o criticar lo hecho; o lo no hecho.

El desarrollo de los contagios por coronavirus en estas últimas semanas en los diferentes territorios de Euskal Herria muestran una tendencia muy negativa. El mejor escenario para setiembre es ahora más improbable.

Hay varios casos en el mundo en los que el retorno a las clases ha sido un factor muy negativo en la cadena de contagios. Por ejemplo, en Israel, con una estrategia nacional para evitar como sea el cierre de las actividades centrales, desde la economía hasta la educación, la experiencia ha sido nefasta y hay un fuerte debate.

Setiembre está a la vuelta de la esquina

Aquí hay planes de contingencia para el curso que viene, algunos son públicos. Pero no se han compartido, comunicado y debatido con la comunidad educativa. Colgar en internet un informe no es comunicar. Hace falta un debate serio y, dentro de lo posible, abierto.

En general, se ha delegado la preparación del curso en los centros, en sus equipos directivos. De ellos depende en gran medida lo que se haga en cada sitio: planes, adaptaciones, prioridades, obras, comunicación…. Hay que aplaudir el trabajo de estos equipos, pero supone una dejación de responsabilidades de la parte política que no se justifica en la autonomía de los centros.

Los planes conocidos, por ejemplo el del Gobierno de Nafarroa, son completos y están bien estructurados en objetivos generales y particulares: sanitarios, de los cuidados, educativos y de currículum, y también otros más prácticos. Son discutibles, sin duda, pero están trabajados. Están muy centrados en la logística de la prevención. Ahora bien, sin un esquema claro de recursos e inversiones, la única parte del plan que parece viable es la del escenario más benigno. Todo lo que sea más crítico que una convivencia pacífica y ordenada con el virus requerirá de esfuerzos y compromisos que no están diseñados. La carga volverá entonces a caer en profesorado y familias, y se reproducirán los problemas de este curso.

Para evitar eso hay que invertir. Ahora que se empiezan a negociar diferentes presupuestos, va a haber que flexibilizar la senda de la estabilidad para poder invertir en sanidad y en educación. Las administraciones no pueden pensar que en un rebrote las demandas sociopolíticas del ámbito educativo van a callarse ante el argumento de las urgencias. Ahora, en parte, lo que pase será por la falta de previsión de los gobiernos. Por otro lado, las demandas sociolaborales tampoco van a poder reproducir los esquemas previos a la pandemia. De lo contrario, decaerán porque serán incomprensibles para las mayorías sociales que, de por sí, las apoyan.

Los recursos, en todo caso, va a ser limitados, muy limitados. Y las urgencias sanitarias van a ser la prioridad lógica. Cada euro que no se invierta en educación solo podrá justificarse porque se invierte en sanidad. Va a hacer falta más personal y nuevos perfiles, pero también otras formas de hacer las cosas. A la logística de la prevención habrá que sumarle otra destinada a buscar alternativas organizativas.

Va a haber cooperación horizontal, entre centros y entre el profesorado. A falta de otros recursos, esas conexiones ganarán valor y relevancia. Las buenas prácticas, los proyectos innovadores y las experiencias que aporten resultados van a expandirse saltándose las trabas burocráticas. Euskal Herria ha sido históricamente un gran laboratorio pedagógico y esa potencia innovadora y cooperativa se pondrá de nuevo a prueba.