Ainara LERTXUNDI
Entrevue
MARIO LÓPEZ ALBA
RESPONSABLE DEL PROGRAMA DE SALUD MENTAL DE MSF EN LESBOS

«En Moria, 6.000 niños llevan tres días viviendo y durmiendo al raso»

Mario López Alba, responsable del programa de salud mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Lesbos, afirma que lo ocurrido en Moria es «un desafío, pero también una oportunidad para demostrar que Europa puede ser mucho mejor».

Desde Moria, Mario López Alba, responsable del programa de Salud Mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Lesbos, atiende telefónicamente a GARA para denunciar la crisis humanitaria que se está viviendo en esta isla griega tras los incendios que han consumido el mayor campamento de refugiados de Europa. Miles de personas, entre 10.000 y 12.000, de ellas 6.000 menores de edad, llevan tres días durmiendo en plena calle, en carreteras, gasolineras –como se aprecia en la imagen de la derecha–, donde pueden. López Alba insta a aprovechar «este desafío para demostrar que Europa puede ser un lugar diferente» y reclama una respuesta «humana, rápida y eficaz» para atender la crisis.

¿Cómo describiría la situación?

Estamos en una situación de urgencia, de crisis humanitaria total. Entre 10.000 y 12.000 personas están sobreviviendo en la calle. El 40% son menores de edad. Hablamos de familias enteras viviendo al raso a lo largo y ancho de la carretera principal que une el campo de Moria con la ciudad de Mitilene.

Organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales, entre ellas Médicos Sin Fronteras (MSF), llevaban tiempo advirtiendo de que el campamento de refugiados de Moria era «una bomba de relojería» por su hacinamiento y la falta de servicios básicos, más aún en un contexto de pandemia y cuando el lugar llevaba más de seis meses en cuarentena con fuertes restricciones en la movilidad. ¿Sorprende este desenlace?

Efectivamente, llevamos cinco años denunciando el estado en el que estaban en Moria. En los últimos meses, especialmente, veníamos advirtiendo de que Moria era una bomba de relojería. Durante todo el verano se han sucedido numerosos incendios; el hecho de que el último de ellos haya terminado por arrasar con todo el campamento no nos coge para nada por sorpresa. La situación era completamente insostenible. Pasamos de tener dos intervenciones de emergencia a la semana a tener una media de dos intervenciones al día. Hemos estado atendiendo a pacientes con ataques de pánico, de ansiedad, con trastornos de compresión, con comportamientos de autolesión, los casos de violencia sexual durante el verano han sido espeluznantes. Esta situación de crisis se ha convertido en una urgencia absoluta.

Hablamos de una población refugiada y traumatizada que ha perdido lo poco que tenía…

El 80% de las personas que vivían en Moria eran demandantes de asilo. Proceden de Afganistán, por tanto, han huido de una guerra. También tenemos sirios y de distintas partes de África, donde la violencia es estructural. Proceden de Estados fallidos. Todo esto hace que ya en sus orígenes hayan sufrido el impacto de situaciones límite producidas por la guerra, los conflictos, la violencia. En el trayecto desde sus países de origen hasta Grecia vivieron episodios tremendamente espeluznantes, en los que su vida e integridad sicológica se vieron en riesgo en incontables ocasiones. En Moria, tuvieron que hacer frente a condiciones hostiles. Tenemos pacientes que llevaban un año en esas condiciones, en las que ni la higiene ni los servicios básicos estaban asegurados. Como te comentaba, entre las afecciones, tenemos a pacientes con muchos ataques de ansiedad, con crisis de comprensión, comportamientos suicidas, mucha agresividad entre los niños y los adolescentes, muchos conflictos dentro de la familia. Estas personas llevaban seis meses en cuarentena, con unas restricciones de movimiento superseveras. Hace diez días se detectó el primer caso de coronavirus dentro del campo, eso aumentó mucho la tensión y la inseguridad y muchos pacientes acudían a nosotros a buscar un lugar seguro, soportes sicológico y atención médica, y eso ahora mismo se ha puesto en riesgo porque tenemos problemas para acceder a nuestra clínica, que está situada junto enfrente del campo de Moria, y los pacientes se han disgregado a lo largo y ancho de la colina y de la carretera. Se han alejado mucho de nuestro punto. Aún así, queda mucha gente alrededor a la que estamos intentando ayudar.

En plena pandemia, es un riesgo que miles de personas estén a la intemperie, dispersadas.

Evidentemente, esto incrementa el riesgo de que haya una transmisión descontrolada de la pandemia. El campo de Moria no cumplía con las mínimas condiciones para mantener o controlar una pandemia. Si había un caso iba a ser muy difícil controlarlo porque el nivel de congestión y saturación era absoluto. Era un campo diseñado para alojar a 3.000 personas y en el que estaban viviendo alrededor de 12.000, y donde, hasta hace tres o cuatro meses, han llegado a vivir hasta 20.000 personas.

En julio, MSF tuvo que cerrar el centro de aislamiento de covid-19 que había instalado en Lesbos, después de recibir varias multas por parte de las autoridades locales. Y, ahora, se encuentran con problemas para acceder incluso a la clínica.

En las primeras horas del jueves tuvimos muchísimos problemas para acceder a nuestra clínica. De hecho, no pudimos hacerlo. Un grupo de ciudadanos bloqueó el camino en forma de protesta. Afortunadamente, al final del día pudimos entrar e iniciar las actividades. Esta mañana –por ayer– hemos podido entrar y desarrollar nuestra labor.

De las imágenes de los habitantes de Lesbos dando el biberón a hijos de refugiados en 2015, a la hostilidad actual. ¿Qué factores explican este cambio?

Supongo que es fruto del paso del tiempo –son ya más de cinco años– y de la incapacidad y la mala gestión. Dejaron en manos de la población local la gestión de algo que sobrepasa totalmente las competencias y la capacidad de la isla. Desde MSF llevábamos solicitando, gritando, que, por favor, se trasladase a estas personas al continente porque la isla no tiene capacidad para gestionar esta situación. Además, los mismos demandantes de asilo desean continuar su trayecto hacia otros destinos de Europa.

¿Qué simboliza Moria?

Supone un desafío para todos nosotros, pero también una oportunidad para demostrarle al mundo que en Europa la dignidad, los derechos humanos, el cuidado absoluto de la infancia de las familias está por encima de todo y que esos son los valores de Europa. Lo que representa, sobre todo, es una oportunidad para demostrarnos a nosotros mismos y al resto del mundo que Europa puede ser mucho mejor y aliviar el dolor y sufrimiento de muchísimas personas rápidamente.

¿Cómo valora la respuesta que se está dando a esta crisis?

Muy ineficaz y errática. Diría que es una no-respuesta. 6.000 niños llevan tres días viviendo y durmiendo al raso. No tengo constancia de ninguna noticia de gran alcance que vaya a solucionar las necesidades básicas de estas personas: comida, agua, alojamiento y una mínima seguridad. A día de hoy, con una respuesta humana, eficaz y rápida, estamos a tiempo de evitar muchos traumas graves y crónicos. Si no, corremos el riesgo de muchos niños y niñas desarrollen problemas sicológicos y que la situación sea todavía peor.

¿Qué reflexión le gustaría trasladar de su labor sobre terreno?

Me gustaría hacer nuevamente hincapié en la oportunidad que tenemos para demostrar que Europa puede ser un sitio diferente, de ser nosotros mismos más humanos. Son personas encantadoras que quieren lo mejor para sus hijos, que tienen el deseo de huir de un escenario horroroso como es la guerra. Sueñan con ser arquitectos, con estudiar la carrera de Medicina para ayudar a otros... son personas como nosotros buscando una vida mejor.