EDITORIALA

Una nueva normalidad con demasiados reflejos del pasado

La red radial de infraestructuras, la ordenación territorial y, en general, la arquitectura institucional y administrativa española, muestran un Estado pensado desde y en favor de su capital, Madrid. No es solo una estrategia centralista, es una mentalidad metropolitana. Madrid es su centro de poder, pero no solo en clave simbólica, sino materialmente.

Es significativa la manera en la que, en las últimas décadas, se ha acentuado ese centralismo institucional y económico. Las tendencias globales favorecen la concentración de población en torno a grandes urbes y un flujo continuo de visitantes. En el caso español, es parte de un programa político. Beneficiada por el factor de la capitalidad, Madrid ha utilizado el dumping fiscal para atraer capitales, inversiones y élites extractivas. Con el PP en Moncloa, eran vanguardia. Con el trifachito agazapado, se ha convertido en un extraño contrapoder. En medio de una crisis sanitaria salvaje, acentuada por la austeridad, la privatización y la corrupción, el mundo mira asombrado la rebelión de los partidos de orden. España no tiene solución, y su capital es un ejemplo claro.

Guerras, batallas, relatos e imágenes

En Madrid siempre hay sectores empeñados en recrear el pasado, también en lo relativo al conflicto político vasco. Detenciones a cuenta de un zulo antiguo, juicios basados en obsesiones y en una agenda contraria a la paz y la justicia. Vascos y vascas esposadas por guardias civiles. Es dudoso que cualquier militar que no fuese español estuviese orgulloso de semejantes hazañas, muestras de ventajismo y venganza gratuitas. Mientras, lo mismo sus generales que sus sicarios se hacen pasar por pobres desvalidos para no asumir sus responsabilidades en torturas y guerra sucia.

Desde los tiempos de los GAL, siempre hubo una conexión privilegiada de esos securócratas españoles con poderosos despachos en París. Son los que se empeñan en endurecer la cadena perpetua a militantes vascos o quienes impulsan detenciones arbitrarias y extemporáneas como la de Josu Urrutikoetxea de esta semana.

Sin embargo, la percepción de la opinión pública francesa no coincide con el relato oficial. Las fotos de la agencia France Press muestran una imagen más acorde con quien ha recibido la solidaridad del mundo de la cultura y la política que con la caricatura policiaca.

El mundo no se guía por las obsesiones españolas y francesas, y sería mejor que el debate público vasco se librara de ellas para avanzar.

Una pequeña cultura con retos gigantes

Los imperios del pasado son nostálgicos y decadentes. Culturas como la hispanidad o la francofonía tienen grandes problemas y una grandeza menguante para afrontarlos. Por el contrario, los problemas de una cultura pequeña y frágil como la vasca son de otra escala. La ventaja es que puede ser más dinámica y los compromisos marcan una diferencia sustancial. Eso sí, esos valores no están de por sí garantizados. Y teniendo en cuenta inercias y debates estratégicos irresueltos, pequeños problemas pueden resultar fatales.

La Feria de Durango será digital este año. Es la fórmula que han encontrado los organizadores para evitar riesgos. Es a su vez una alternativa que se presume viable para la feria, las empresas y los creadores. El cierre de Plateruena en el mismo pueblo muestra la fragilidad de las estructuras culturales del país. En plena pandemia, toca reinventarse. No hay que perder de vista que antes de que llegase el virus ya había fallos serios en los modelos. Y que cambios necesario que se preveían insostenibles son ahora asumibles por todo el mundo.

Nueva normalidad y viejos esquemas

Los expertos dicen que la situación epidemiológica de Madrid y Nafarroa no es equiparable. Teniendo en cuenta diferentes indicadores, la capital española vive un momento más crítico que la vasca. Esto no debería ser consuelo, porque lo cierto es que el coronavirus está disparado aquí. De igual modo, el cierre de la Clínica Asunción de Tolosa o los contagios y las muertes en residencias muestran problemas serios en el sistema vasco para contener al virus y limitar sus daños.

España y Madrid son un disparate. Pero utilizarlos como referencia es, junto con reproducir esquemas del pasado, la forma perfecta para que los indicadores vascos se hundan progresivamente. Cuidado, no hay mucho margen.