Mikel INSAUSTI
TROLLS 2: GIRA MUNDIAL

El «metal» contra las demás músicas

Los Trolls son unos muñecos creados en 1959 por el danés Thomas Dam, y que fueron llevados al cine de animación por el estudio DreamWorks con “Trolls” (2016). La secuela fue lanzada en plena pandemia por Universal para el mercado americano a través de plataformas digitales, siendo los primeros en saltarse la distribución cinematográfica, incluso antes de que Disney se sumara a esta nueva y dañina estrategia comercial. Por lo menos ahora parece que las aguas se han calmado y la distribución europea en salas de cine se ha normalizado con el consiguiente y multitudinario estreno, acorde con su presupuesto de noventa millones de dólares.

El objetivo de “Trolls 2: Gira mundial” (2020) es expandir el universo de colores pop diseñado por la primera entrega, manteniendo las voces principales del equipo de doblaje, con la presencia de cantantes como Justin Timberlake, que se encargan de interpretar los éxitos de la banda sonora. En teoría esta continuación pretende abrir al máximo la variedad de estilos musicales, pero esto ocurre solo en apariencia, porque los distintos sonidos incorporados reciben un tratamiento de pop comercial que unifica el conjunto, según los gustos del público menor de edad que sigue concursos televisivos como “Idol Kids”.

La justificación argumental para meter más músicas parte del descubrimiento por parte de Branch (Justin Timberlake) y Poppy (Anna Kendrick) de que hay más especies de Trolls en seis mundos, ya que, además del pop que habitan, están el funk, la clásica, el techno, el country y el rock. De esta última tierra procede la hostil Barb (Rachel Bloom), quien pretende imponer el heavy-metal al resto, con ayuda de su padre King Trash (Ozzy Osbourne). Cada zona musical tiene su propio diseño gráfico, aunque sin salirse nunca de los tonos pastel y la estética edulcorada del producto.