Txoli Mateos
Socióloga
JOPUNTUA

¡Que le corten la cabeza! 

La Reina de los Naipes grita una y otra vez esa frase en el cuento clásico “Alicia en el País de las Maravillas”. Resulta graciosa, precisamente, porque es irracional: la repite constantemente sin dar opción a ningún tipo de discusión. 

Hay veces que, oyendo algunas opiniones críticas con la gestión de la pandemia, me viene a la cabeza el grito de la Reina, porque el mensaje principal que nos llega es la exigencia de la dimisión de alguien. Y, efectivamente, por pura responsabilidad, muchas veces hay que hacerlo. Y con firmeza. ¿Pero siempre? Yo, por ejemplo, no entiendo las voces que piden la dimisión de Fernando Simón porque no acertó en ver la gravedad de la llamada variante británica del covid-19. ¿Honestamente, alguien, que no sea epidemiólogo o algo por el estilo, sabe con certeza que consiguiendo una dimisión así va a mejorar la gestión de esta crisis?  

Es verdad que ni en Euskal Herria ni en España existe una cultura democrática lo suficientemente profunda como para que los responsables políticos de cualquier nivel dimitan ante la más mínima sospecha de que no han actuado correctamente. En la famosa serie danesa Borgen, el primer ministro dimite porque utiliza su tarjeta de crédito oficial para pagar en una tienda las compras de su esposa. Es de risa, si no fuera porque da pena lo que nos falta para acercarnos a una concepción democrática de la política. Pero tampoco tenemos una visión mínimamente consensuada de lo que significa el bien común, aunque hablemos mucho de auzolan y comunidad.

Hace unos días afirmaba Rafael Bengoa, experto en Salud Pública, que en el Reino Unido los dos grandes partidos (socialistas y liberales) han pactado no utilizar el tema del covid-19 como arma arrojadiza en la contienda política. Sinceramente, yo no me atrevería a hacer tal propuesta para nuestra sociedad, pero cada vez tengo más dudas de si somos conscientes, todos, de las consecuencias de lo que decimos y de lo que hacemos. Esto no es ningún cuento.