Raimundo Fitero
DE REOJO

Cuentos

Una mota de polvo lunar se ha desprendido por el espacio sideral y al chocar con mis sueños de trascendencia me ha sacado de mi aislamiento con barrotes de realismo y he entrado en ese territorio misterioso e imaginativo donde caben todos los cuentos, aunque no sean chinos, ni los príncipes atraviesen oasis en caballos alados. Todo lo que nos cuentan del 23F forma parte de una literatura empantanada en el miedo del momento. Cuarenta años después nos siguen contando el mismo cuento y se colocan las mismas censuras que entonces porque debe prevalecer el mismo miedo involucionista. 

A los niños regeneracionistas nos cuesta entender en toda su extensión los cuentos de príncipes, princesas y reyes, pero nos hemos acostumbrado a chapotear por ellos. Ahora el cuento elegante es el de la nueva confesión del suegro de Urdangarin (para los despistados, el rey campechano, el emérito) de que ha defraudado a Hacienda.  Esta vez ha ajustado su confesión con cuatro millones y pico de euros. Y aquí viene lo bonito del cuento: como es un rey sin patrimonio, ese dinero se lo han prestado unos cuantos amigos. Niñas y niños, aprended de este gesto de amistad, si alguien comete un delito, hay que acudir rápido a cubrirle el culito con dinero, mentiras o cintas de vídeo. Y descubrimos que la Agencia Tributaria son los poderes fácticos.

Pero el cuento que más me ha gustado es el de un anciano de ochenta y ocho años que fue denunciado por conducir a ciento noventa y un kilómetros por hora. Al ser detenido confesó a los agentes que sus prisas eran porque llegaba tarde a vacunarse. ¡Qué gran lección de civismo y filantropía! Arriesgarse a una multa o retirada del carné con el gran objetivo de entrar en la cara inmune de la vida. Un detalle importante de geografía, esto sucedió en Estrasburgo.