Amaia EREÑAGA
BILBO

Un lobo solitario, una buscadora y un facilitador para el arte vasco

Un «lobo solitario» como Darío Urzay, una «buscadora» de contradicciones y nuevos lenguajes como Damaris Pan, y un comisario y crítico de arte independiente y «freelance» como Peio Aguirre. Estos son los premios Gure Artea 2021, los galardones más importantes de las artes plásticas vascas, con los que se busca reconocer y «fijar su obra en la retina de los ciudadanos», como quiso apuntar el consejero de Cultura Bingen Zupiria.

El Museo Bellas Artes de Bilbo acogió ayer el anuncio de los ganadores de los premios Gure Artea 2021, los galardones más importantes de Euskal Herria en el ámbito de las artes plásticas y visuales; no solo en reconocimiento, también en dotación económica: 18.000 euros para cada ganador. Estos han sido también unos premios marcados por segundo año por la pandemia, tanto en las dudas sobre cómo será el acto de entrega oficial en otoño, como en las emocionadas palabras de Darío Urzay, quien quiso reconocer el sufrimiento solapado y escondido de los niños durante toda esta pandemia.

Los premiados este año son Darío Urzay (Bilbo, 1958) en la categoría “Reconocimiento a la categoría artística”; Damaris Pan (Mallabia, 1983), en el de “Reconocimiento a la actividad creativa” y Peio Aguirre (Elorrio, 1972), en el de “Reconocimiento a la actividad realizada por los diferentes agentes en el ámbito de las artes plásticas y visuales”.

Ganador él mismo del Gure Artea del pasado año, junto a una institución como Leopoldo Zugaza y la creadora audiovisual Laida Lertxundi, el escultor Pello Irazu ha ejercido este de presidente del jurado compuesto por Alicia Fernández, Ion Munduate, Mikel Onandia y Jone Alaitz Uriarte.

Urzay: «Siempre desenfocado»

De Darío Urzay –44 años de trayectoria a sus espaldas, una obra singular que ha marcado a generaciones posteriores, siempre saliéndose de los márgenes–, el jurado apuntó que «encarna, como pocos, al pintor de la época que le ha tocado vivir». Ya marcaba maneras desde joven. En su primera exposición, precisamente en el Bellas Artes y con solo 18 años, expuso su primera obra, una pintura «ingenua» en la que no se sabía si lo que aparecía era una pelota, en homenaje a los frontones, o un pelotazo de aquellos muchos que se lanzaban en las calles.

«Sin saberlo era bastante posmoderno. Quería usar los códigos, no los estilos, porque el realismo no iba conmigo», dijo. De ahí arrancó una trayectoria intensa, muy personal –«siempre he estado desenfocado, porque me he movido mucho. Creo que he sido un lobo solitario y he estado trabajando en el escondite»–, con múltiples exposiciones individuales y colectivas, tanto estatales como internacionales, y reconocimientos... aunque, a tenor de lo que dijo, menos de los esperables. Uno de ellos fue el Premio Nacional español de Arte Gráfico (2005). Contradicciones de la vida y del arte, ese galardón lo recibió por la camiseta que diseñó para el Athletic... y que el club retiró ante el rechazo de la afición.

«Ser artista, ser persona»

La artista nacida en Mallabia Damaris Pan es una de las principales representantes del resurgimiento que vive la pintura durante los últimos años en Euskal Herria. Profesora en la Facultad de Bellas Artes, durante los últimos años ha desarrollado una trayectoria destacada y en constante evolución mediante una obra, entre la abstracción y la figuración, que apuesta claramente por la autonomía de la obra pictórica. Entre sus últimas exposiciones: “Ze morena zauden” (2017), en la bilbaina sala Rekalde, y “Adarrak bistara”, vista en BilbaoArte el año pasado.

Una artista que define con el término “conflicto” su búsqueda personal a través de su faceta artística: «La búsqueda de la técnica por encima de las coartadas conceptuales, preguntando por ser arte, ser artista, ser persona en conflicto con el ser y con el ser de las cosas pintadas, en conflicto con la forma, con la exigencia de ser contemporáneo y en conflicto con el deseo».

«Un agente colaborador»

Peio Aguirre, de quien se ha querido reconocer su trayectoria como crítico de arte y comisario independiente, es también escritor y editor. Siempre freelance. Ha desarrollado su labor en diferentes plataformas y medios, como el suplemento cultural “Mugalari” de GARA, cuyas páginas de arte coordinó entre los años 2000 y 2004.

Aguirre reconoció ayer que no es un artista vocacional, sino que encontró su camino con estas dos circunstancias: cuando le encargaron, en 1993, su primera exposición en el Arriola de Elorrio; y a raíz de su paso por Arteleku, el taller y centro de arte de Martutene. Allí encontró su vocación, que es «acompañar a otros artistas, ser un agente colaborador». Ahora uno de los agentes más destacados del contexto artístico estatal. El jurado subrayó su aportación a la puesta en valor del tejido artístico vasco: «La suya es una labor crítica y mediadora que ha posibilitado nuevas experiencias y relaciones a numerosos artistas vascos de su generación y posteriores, de modo que sus reflexiones y aportaciones funcionen también como un mapa o memoria generacional».