Ingo NIEBEL
ELECCIONES EN ALEMANIA

La utopía de un gobierno de izquierdas con ecologistas en Alemania

El cambio político en Alemania se materializaría si después de las elecciones generales de este domingo socialdemócratas, verdes y socialistas forman gobierno. Los números podrían cuadrar para crear dicho tripartito. Pero falta voluntad para ello y también un clima político propicio para ello.

A una semana de las elecciones, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) sigue liderando la encuestas. A este partido le otorgan el 25% de los votos, cinco puntos por encima del resultado obtenido en 2017. El auge se debe exclusivamente a su candidato a canciller, el ministro federal de Hacienda, Olaf Scholz. El también vicecanciller representa al ala derecha de su partido que hace 15 años impuso el dogma neoliberal de recortar las ayudas sociales, retrasar la jubilación a los 67 años y que luego apoyó la austeridad en el gasto público.

En cifras macroeconómicas Alemania ganó en competitividad, y las y los ricos se hicieron más ricos todavía gracias a una tributación muy favorable para ellos. La factura la paga la clase media que también corre con los gastos para el 30% de la población que requiere ayuda del Estado para llegar a fin de mes. Entre ellos se hallan cada vez más pensionistas cuyas jubilaciones no llegan para cubrir los alquileres que se disparan en las grandes ciudades.

La situación se debe, por un lado, a la coalición del socialdemócrata Gerhard Schröder con los Verdes ecologistas (1998-2005) y, por otro, a las tres Grandes Coaliciones de la demócrata cristiana canciller Angela Merkel (CDU) con el SPD. El primer bipartito (2005-2009) se hizo bajo la condición de que no se tocara la política económica y social de Schröder. Entonces Scholz dirigió el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

En sus discursos de campaña ha tratado de incidir en los aspecto más sociales abogando por una tarifa mínima de 12 euros por hora. También se ha posicionado a favor de subir la carga fiscal a los sueldos altos de un ministro federal para arriba. Con estos ingresos extra quiere saldar los créditos y bajar la deuda pública contraída por las consecuencias económicas de la pandemia. Para los años 2020-2022, el Estado ha tomado créditos por el valor de 430.000 millones de euros. En 2023 quiere frenar el endeudamiento, de acuerdo con lo que establece la Ley Fundamental.

Para ello necesitará a dos socios, según los actuales sondeos. Los Verdes han mostrado su disposición. Ello explica que su candidata Annalena Baerbock haya evitado atacar a Scholz en los debates de televisión, recurriendo a una crítica constructiva. La CDU, a punto de perder el poder en Berlín, carga contra los dos partidos, sacando a relucir el fantasma de una deriva a la izquierda, si el partido socialista Die Linke (La Izquierda) completara el bipartito del SPD y de los Verdes.

Previamente, Scholz dijo que preferiría otra GroKo con la CDU, claro, con él como canciller. El designado sucesor de Merkel, Armin Laschet, rechaza por ahora esta opción. También el copresidente de los Verdes, Robert Habeck, excluye una coalición con el Linke. Cuando los socialistas votaron en contra de la operación militar para evacuar a los civiles de Afganistán dijo que se le «ponían los pelos de punta». Baerbock dijo que «si no se puede garantizar la capacidad de actuar de un gobierno en materia de política exterior, no hay ninguna base para una gobierno». El Linke quiere disolver la OTAN y rechaza las operaciones militares de la UE.

Aún así, el Linke gobierna en coalición con el SPD y los Verdes en los estados federados de Berlín y Turingia. Pero, no hay coalición sin cierto desgaste. Está por ver si el Linke regresará al Bundestag y con qué fuerza lo hará. Con un margen de error del 2-3%, las encuestas dan a los socialistas 6 puntos, solo un punto por encima del 5% eliminatorio y tres puntos menos que en 2017. Su debilidad se debe en parte a que cada vez hay menos mayores en el este alemán que votan al Linke por tradición. Además, otros votantes se han girado a la xenófoba Alternativa de Alemania (AfD) que dice defender a los ciudadanos de recursos bajos que «se ven amenazados por la acogida de refugiados y la precaridad en general».

Por eso, el Linke ha apostado por potenciar su perfil socialista. «Todos los servicios de interés general han de ser del poder público», defiende la nueva copresidenta del Linke, Janine Wissler. Se refiere en concreto al sistema de sanidad, al transporte público y la vivienda. Además el partido aboga por un sueldo mínimo de 13 euros la hora.

Scholz no ha descartado del todo un tripartito con el Linke por razonas tácticas. Por un lado esa opción le facilitaría la negociación con el Partido Liberaldemocrático (FDP) si lo necesitara para un tripartito con los Verdes. Por otro, tiene al aparato del SPD en su contra.

«Todos en el SPD quieren mandar la CDU a la oposición», asegura el vicepresidente del SPD, Kevin Kühnert. Él dimitiría, en caso de otro bipartito con la CDU, afirma. El exjefe de la organización juvenil Jusos ayudó a instalar a los dos rivales izquierdistas de Scholz, Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans, como copresidentes. Con ellos sí sería posible una coalición con el Linke. Pero el clima político no es propicio para ello.

Scholz como canciller y Baerbock en calidad de vicecanciller significaría continuar la política de Merkel pero con otras caras. El socialdemócrata representaría la estabilidad, la ecologista el toque innovador que acabaría con el parálisis general que ha producido la GroKo.