Floren Aoiz
@elomendia
JOPUNTUA

De nostalgias, anclajes y pescados mal descongelados

Se ha escrito mucho sobre la relación entre las expectativas de transformación y la nostalgia. Es habitual que cuando el futuro aparece bloqueado, gane fuerza la apelación al pasado como anclaje. Podríamos decir que allá donde florece la nostalgia no nos costará encontrar el humus de la frustración. Bauman escribió sobre esto y propuso el término «retrotopía», algo así como la transmutación de la utopía en aspiración al retorno del pasado, más bien de una idealización de este. Lo cierto es que en este terreno la brocha gorda es peligrosa, porque todo anhelo de liberación ha buscado siempre algún amarre en el pasado, aunque muchas veces fuera para efectuar desde allí una ruptura; por eso, está fuera de lugar descalificar como nostalgia o retrotopía toda referencia al pasado. La cuestión es qué hacemos con el pasado y en qué medida nos contamos cuentos presentando viejas recetas caducas como si fueran el último grito.

En tiempos de cambios brutales y aceleración constante, crece la incertidumbre y todas y todos necesitamos algún anclaje, pero no es lo mismo buscar las claves principales de sentido asumiendo la imposibilidad de abarcarlo todo que empeñarse en meter el mundo en el cajón de un esquema rígido, aunque esto último resulte más sencillo y tranquilizador. Las lecturas binarias generan sensación de seguridad, pero las cosas tienden a no dejarse encorsetar en los marcos prefabricados, por muy pretenciosos que sean.

El tiempo corre. Diez años ya desde Aiete. Con luces y sombras, se han abierto un nuevo escenario y un nuevo ciclo y eso es una conquista gigantesca, porque ese tránsito era muy difícil. No sabemos qué futuro le espera a este país, pero sí que dependerá de la capacidad de construir uno diferente al que nos quieren imponer. En ese camino, mejor no confundir el pescado fresco con el mal descongelado, ni las consignas con las estrategias.