Raimundo Fitero
DE REOJO

Mutación

Cada día una mutación que nos coloque en el vaivén de un tren circular, como los de juguete que siempre dan vueltas y pasan por el mismo lugar. Se puede pasar de la bruja y dominadora a Angela en un abrir y cerrar de ciclo político, o de intromisión en el honor de la economía como símbolo de patrioterismo adocenado por unas circunstancias que escapan a cualquier designio. Merkel, se va; Merkel es buena; Merkel es nuestra madre; Merkel es la gran mujer europeísta.

La adoran por que se va o porque sienten que, cada vez que se retira alguno de los estadistas de las últimas décadas, se abre una oportunidad para caer en algún agujero azul, negro, violeta, rosa o sin fondo. Quizás Angela Merkel signifique algunas de las actitudes de una dirigente que en ciertas latitudes no se podrían entender nunca. En las serranías, las mesetas, las playas doradas o los oasis, la austeridad personal de esta mujer se consideraría una excentricidad. Hacer la compra los fines de semana, acudir a fiestas populares pagando ella sus cervezas o que tuviera un armario limitado, con los mismos pantalones y unas pocas chaquetas de diferentes colores y que fuera una científica con titulación contrastable.

En nuestros entornos un consejero, ministra o incluso concejal de ciertos ayuntamientos tiene unos aires de imprescindible, de histórico prócer de los más importantes, se rodean de unos privilegios y unas medidas de seguridad que son ahora mismo tan ridículas como impostadas. Por no mencionar lo de la formación académica, ni el sueldo que cobran. Se han publicado los salarios brutos de las altas instancias administrativas, políticas y judiciales y son realmente exuberantes. Los jueces con cargo institucional tienen un momio. Como para dimitir o propiciar un cambio. Así que lamen con efusividad la mano que les da la paga.