Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevue
DAVID SAFIER
ESCRITOR

«El humor no debe servir de coartada para legitimar discursos de odio»

Nacido en Bremen en 1966, trabajó como guionista antes de debutar como escritor con «Maldito karma», un éxito internacional que le convirtió en un autor de referencia dentro de la literatura satírica europea. Su más reciente novela, «Miss Merkel. El caso de la canciller jubilada», convierte a la excanciller alemana en una suerte de Miss Marple haciéndola protagonista de una trama detectivesca.

Escrita como parodia de un género más que de un personaje, “Miss Merkel. El caso de la canciller jubilada” le sirve, no obstante, a David Safier para ofrecer una sátira de la realidad social y política de su país a través de una trama donde confluyen perfiles que nos confrontan con el pasado y el presente de Alemania y donde la protagonista exhibe esa astucia que orientó su labor política, para resolver un crimen.

¿Qué le llevó a tomar a Angela Merkel como personaje para una novela construida a la manera de Agatha Christie?

En Alemania sabíamos desde hace ya algún tiempo que Angela Merkel iba a abandonar la política, porque ella misma lo había anunciado ya, y un día, hablando con mi agente, nos pusimos a especular sobre cómo sería su vida de jubilada. Conociéndola, sabíamos que una vez dejase la cancillería no iba a ocupar ningún otro cargo y mucho menos aceptar un puesto en el consejo de administración de alguna gran empresa energética, como hizo su antecesor en el cargo, pero personalmente me costaba imaginármela inactiva. Una noche estaba en casa viendo unos capítulos de la serie “Colombo” y, de repente, no sé por qué, pensé que la personalidad de Angela Merkel encajaba ahí y me la imaginé jubilada resolviendo diferentes crímenes.

 

Su novela resulta, a la vez, parodia y homenaje de todo un género literario. ¿Diría que su aproximación al personaje de Merkel se mueve también en esa dualidad?

Mi intención fue organizar una especie de juego aprovechándome del reconocimiento público y de la buena imagen que Angela Merkel tiene ahora mismo entre los alemanes. Creo que ella es un raro ejemplo de integridad e inteligencia en un mundo, el de la política, que suele estar dominado por la ambición y la testosterona. De hecho, tengo un vecino, viejo militante comunista que, a pesar de sus convicciones, no duda en afirmar que Angela Merkel es la mejor política que ha tenido Alemania. Él representa el sentir de muchos alemanes que, más allá de su ideología, valoran el lado humano de Angela Merkel. Y fue eso, la propia humanidad del personaje, la que me permitió conferir a la novela el tono que requería. Bajo el formato de un simple relato policiaco subyacen preguntas como: ¿Qué ocurre cuando alguien abandona el poder? ¿Puede realmente llevar una vida anónima lejos del bullicio y de la influencia de las élites sociales y económicas? ¿Esa sensación de vacío que deja la jubilación no la empujarán acaso a la soledad?

 

La humanización que lleva a cabo de Angela Merkel, esa visión amable del personaje, puede chocar en otros países donde siempre se ha asumido a la excanciller como una dama de hierro. ¿A qué cree que obedece esa doble percepción de Merkel dentro y fuera de Alemania?

Tengo curiosidad sobre cómo puede leerse mi libro en otros países. Puede que esa imagen de Angela Merkel como dama de hierro se forjara en los peores momentos de la crisis económica que vivimos hace una década, pero creo que en los últimos años su figura se ha visto revalorizada internacionalmente, sobre todo en comparación con el resto de líderes políticos que han compartido escenario con ella. Por ejemplo, pienso que el modo en que gestionó la crisis de los refugiados le procuró un reconocimiento incluso entre personas de un signo ideológico opuesto al suyo.

 

Entre las cualidades que destaca de ella en la novela está esa imagen de mujer fuerte que nunca se dejó devorar por los hombres a pesar de haber tenido que lidiar con gente como Berlusconi, Sarkozy, Putin o Trump. ¿Eso le confiere un valor adicional a Merkel?

Desde que dio sus primeros pasos en la política, Angela Merkel fue alguien a la que siempre se subestimó por parte de sus rivales, pero también de sus propios compañeros de partido, y eso también le aproxima a personajes como Miss Marple o el teniente Colombo, que avanzan en sus investigaciones mientras los demás les ningunean. Supongo que en esa infravaloración tuvo mucho que ver el hecho de ser mujer, pero ella al final ha ido sobreviviendo a todos aquellos que trataron en algún momento de desplazarla o de arrinconarla. Y en el ámbito de la política internacional ha sido alguien que ha tenido que negociar con gente como Trump, como Putin o con los líderes chinos y lo ha hecho utilizando otras armas alejadas de esa arrogancia, de esa agresividad y de esa confrontación típicamente masculinas. En este sentido, Angela Merkel es la demostración de que se puede ejercer el liderazgo político de otra manera, con otro estilo.

 

Igual que muchos otros novelistas que se han servido del género criminal para retratar las tensiones de la sociedad de su tiempo, usted tampoco se priva de introducir algunas de las cuestiones que han estado en el centro de la agenda europea en estos últimos años: transición energética, inmigración, fondos de rescate e incluso la gestión de la crisis del covid. ¿Diría que estas referencias confieren a su novela una naturaleza política?

Aunque mi intención principal fue escribir un libro donde el humor fuese el protagonista, no podía desligarlo del momento actual y todas esas coyunturas a las que aludes, queramos o no, nos definen como sociedad. Además se trata de cuestiones que han ido formando parte de las preocupaciones de Angela Merkel y sobre las que se ha ido forjando su personalidad política y no podía obviarlas a la hora de acercarme a la singularidad del personaje. Por otra parte, yo creo que toda buena novela debe ofrecer al lector distintas capas que posibiliten diversos niveles de lectura y me interesaba que una de esas capas fuera una capa política.

 

¿El hecho de haber escrito esta novela como una parodia de un género concreto es una coartada para hacer referencia a determinados escenarios a los que resultaría difícil acercarse desde el humor?

El humor te sitúa en un lugar diferente como autor porque te fuerza a mirar las cosas, y hacérselas ver a los demás de una manera distinta. Muchas de las cuestiones a las que aludías antes, con ser trascendentales, son desdeñadas por algunos ciudadanos ante la saturación que les produce verlas, una y otra vez, reflejadas en los informativos, de tal manera que incidir sobre ellas desde una perspectiva seria redundaría en ese hartazgo. Pero el hecho de abordar algunos de esos temas dentro de los límites de un relato policiaco escrito a modo de sátira permite que te aproximes a ellos de otro modo y que igual valores la importancia que revisten de un modo más exacto.

 

Como escritor, ¿cómo se posiciona en el debate sobre «los límites del humor»?

El humor es un concepto muy vinculado al de ‘libertad de expresión’. De entrada, nadie debería poner límites a la libertad de expresión, pero muchas veces se apela a ella para ofender, denigrar o humillar gratuitamente a minorías o a personas y colectivos en una posición de vulnerabilidad. Ahí habría un límite importante porque no creo que el humor deba de servir como coartada para legitimar actitudes racistas o discursos de odio. Quitando eso, yo creo que cualquier manifestación satírica no debería tener más límites que los que se imponga el propio autor aconsejado por su sentido de la responsabilidad. Cuando escribes desde el humor es pertinente preguntarte: ‘¿Qué es lo que pretendo conseguir con esto y cuáles pueden ser las repercusiones de lo que escribo?’. Hay autores que, sirviéndose del humor, se adentran en territorios que yo jamás transitaría, pero eso no me hace pensar en que sería oportuno prohibir o limitar el alcance de su sátira. Dicho lo cual es importante entender que el humor contribuye a generar también corrientes de opinión, a construir sociedad. La sátira no debe formularse desde la gratuidad.

 

Entre los personajes que usted retrata con más fuerza satírica en esta novela están esa frutera líder local de un partido de ultraderecha y el de esa joven influencer que comercia en redes sociales con su indignación. ¿Son las dos caras de una misma moneda?

Se trata de dos personajes totalmente diferentes con una visión distinta de la historia alemana atendiendo a su origen y a su procedencia. Pero ambos perfiles me permiten ridiculizar, en cierto modo, ese sentimiento de indignación que lo que busca es generar confrontación y una cierta fractura social en lugar de ser un estímulo para construir espacios de consenso y de entendimiento. Porque muchas veces la indignación se utiliza para alimentar discursos ultranacionalistas y xenófobos.

 

La novela se publicó este año en Alemania. No sé si la excanciller ha tenido tiempo de leerla y si ha recibido ya sus opiniones al respecto.

Me consta que Angela Merkel ha recibido el libro porque se lo enviaron desde la editorial y porque ella misma contestó con una nota agradeciendo el envío, pero ignoro si ha tenido oportunidad de leerlo. Pienso que no, porque ella lo recibió en marzo pasado y aquella fue una época especialmente crítica en la crisis del covid, con lo cual supongo que su atención estaría en otras cosas. Tengo la esperanza de que ahora que se ha jubilado encuentre un rato para leerlo.

 

¿Estaría tentado de convertir esta obra en el inicio de una serie con Merkel reciclada en una especie de Miss Marple?

La verdad es que me divertí tanto escribiendo “El caso de la canciller jubilada” que incluso antes de lanzarlo me aventuré a escribir una segunda novela protagonizada por Miss Merkel que lanzaremos en Alemania en marzo del año que viene. Dicho lo cual, no tengo ningún interés en convertir esto en una saga. Me aburriría mucho si tuviera que escribir siempre de lo mismo.