Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El buen patrón»

Ese tipo inquietante que sonríe

Veinte años después de “Los lunes al sol”, Fernando León de Aranoa retorna al paisaje laboral desde una perspectiva tan diferente como inusual. Un espejo social cuyo reflejo nada distorsionado aporta las claves de una realidad acorde a los tiempos actuales en las que patronos y trabajadores –aquellos que se arriman al ascua del jefe sin temor a quemarse y a pesar de que ello conlleve la traición a unos principios–, dejan entrever las cartas que ocultan en su manga dentro de un juego tan retorcido como doloroso.

Que el autor de “Barrio” se haya decantado por la comedia dice mucho de la saludable intención de una película muy profunda en su concepción. Javier Bardem acapara todo el interés gracias a la descomunal interpretación que hace del propietario de la empresa Básculas Blanco.

A lo largo de los cinco días por los que transita el filme, descubrimos cada una de las pautas que mueven la conducta de un personaje tan fascinante como inquietante. Un personaje arrollador que, tras su constante sonrisa y su reparto equitativo de abrazos, deja entrever la fiereza de un tipo tan campechano como retorcido.

Buena parte de la culpa de la lección interpretativa realizada por Bardem, probablemente una de las mejores que haya realizado hasta el momento, se debe a un guion brillante que ha sabido dotar a su protagonista de múltiples caras que provocan en el espectador diferentes sensaciones muy contrastadas que van desde la simpatía al rechazo. “El buen patrón” es una afilada sátira que bebe de fuentes berlanguianas y cuyo intenso ritmo de gags también hereda el pulso del dúo Billy Wilder-I. A. L. Diamond. No obstante y, a pesar de estos referentes, cuenta con la suficiente entidad propia para revelarse como una muy necesaria y personal obra maestra que aporta una visión muy lúcida en torno a la miseria laboral que padecemos.