CARLOS GIL
ANALISTA CULTURAL

Vecina

Inhabilitar por sentencia a una pianista es un acto de barbarie. No lo llamen kafkiano, porque es un acto criminal de lesa cultura y arte

La fiscalía pide la cárcel y la inhabilitación como pianista de una mujer que lleva su vocación convertida en rutina de trabajo y esfuerzo desde hace décadas pero que sus escalas armónicas han molestado a una vecina. No es una subtrama episódica de una comedia de situación delirante de la televisión, sino una realidad absurda, un juicio a una pianista por ejercer su vocación, por reunirse con las musas o con sus reiterados ejercicios de dedos en un espacio de su casa sin vistas al mar, rodeada por un vecindario en donde apareció una vecina insensible a la música, que considera que Chopin le puede causar jaquecas o incluso sumirla en depresiones.

Los músicos son unos trabajadores incansables. De todos los géneros y calidades, su vida consiste en ejercitarse para ser mejores. Y para ejercitarse deben hacer sonar su violín, su piano o su batería. Y lo deben hacer allá donde puedan, porque lo necesitan hacer de manera constante, planificada, rutinaria en la búsqueda de la excelencia. Una cantante debe cuidarse, y hacer sus ejercicios de calentamiento, y practicar horas previas a enfrentarse a una pieza romántica. Son obsesivos y su vecindad pueda sufrir momentos de tensión, no se duda, pero se compensa con la belleza que trasluce tras esas sesiones.

Inhabilitar por sentencia a una pianista es un acto de barbarie. No lo llamen kafkiano, porque es un acto criminal de lesa cultura y arte. La Justicia metida en estos asuntos se nos aparece como un monstruo incompetente. Un abuso de autoridad. Una vecina contra el arte. Seguro que legislan para prohibir tocar instrumentos en las casas. Eso sí, las aspiradoras o las taladradoras están de oferta. Propiedad horizontal o vertical.