EDITORIALA
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Verdad y reparación al euskara, por el pasado y por el futuro

GARA ofrece hoy un adelanto del último trabajo de Euskal Memoria en su labor de documentar la realidad reciente de este país, referido esta vez al euskara. Cuentan sus responsables que cuando el año pasado decidieron poner luz y taquígrafos a la lacra de la tortura se toparon con que muchas de las personas con las que contactaban daban respuestas como esta: «No, a mí no me torturaron, solo me pegaron unos golpes». Euskal Memoria constataba con ello que esa práctica estaba tan interiorizada en el subconsciente de la población que muchas de sus víctimas ni siquiera eran conscientes de serlo. Si eso ocurría con algo más tangible y objetivo, como la tortura, ¿qué decir de la represión al euskara? Los colaboradores de esta fundación han vuelto a encontrarse ahora con que mucha gente ha llegado a asumir como normal algo que sí ha sido habitual pero en ningún caso normal: haber sido represaliados, convertidos en ciudadanos de segunda y menospreciados en casi todos los ámbitos de la vida por ser euskaldunes. Y todo ello fruto no de una involución interna o de un imperativo de la historia, sino de una operación política recrudecida con el golpe de Estado de 1936, impuesta férreamente con todas las herramientas de una dictadura hasta la muerte de Franco y que ha dejado secuelas hasta el día de hoy. Nadie que repase el breve catálogo de historias que recoge hoy este diario, una ínfima parte de la recopilación de Euskal Memoria, negará que durante décadas Euskal Herria ha padecido un intento de etnocidio lingüístico. Y tampoco rebatirá que, hoy y aquí, la igualdad de derechos entre los euskaldunes y quienes tienen como única lengua el castellano o el francés está muy lejos.

Otra consecuencia del conflicto

El trabajo será presentado el día 27 en el Palacio de Aiete, y no por casualidad. Repasando la recopilación de Euskal Memoria quedan claros los motivos sobrados de Kontseilua para lamentar que el euskara no haya tenido hasta ahora el sitio que le corresponde en la hoja de ruta del proceso de resolución del conflicto. La vulneración de derechos políticos que está en su epicentro lleva incluido el pisoteo de los derechos lingüísticos. Y entre las consecuencias del conflicto está también la penosa situación del euskara. Se puede debatir sobre el grado de prioridad de esta cuestión en la agenda de la resolución, pero no sobre su encaje.

Los parámetros habitualmente citados de verdad, justicia, reparación y no repetición resultan perfectamente válidos para afrontar esta cuestión en el momento en que corresponda. ¿En qué se traduce cada uno? Como ocurre con otras cuestiones, el reconocimiento de la verdad de lo ocurrido en este país es la base ineludible, y por eso resulta muy denunciable que la mayor parte de las cuestiones recogidas en este ``Euskararen kate hautsiak'' sean desconocidas para las generaciones más jóvenes, de modo que por ejemplo los actuales alumnos de modelo D desconozcan que en esas mismas aulas hace apenas 50 años pasaba de mano en mano un anillo destinado a castigar a quien hablara en euskara o que sus nombres de pila estaban proscritos. El trabajo de Euskal Memoria bien serviría como libro de texto.

La justicia puede entenderse como un concepto algo más difuso en este terreno, porque ¿cómo castigar ya a quienes perpetraron esta intento de lingüicidio? ¿cómo rehabilitar o recompensar a quienes acabaron olvidando su lengua o dejando de transmitirla a sus hijos e hijas? Pero si no es posible ya la justicia, sí lo es la reparación: reponer al euskara en el lugar que tuvo y en el que le corresponde como lengua propia y patrimonio de toda la Humanidad. Para eso hace falta primero consciencia de por qué ha llegado a este punto, reconocimiento de la injusticia y la violencia padecida, y después políticas públicas decididas y consecuentes con ello. Y mientras esa ofensiva no se lance, ni siquiera se podrá garantizar el principio mínimo de no repetición: el euskara seguirá estando al albur de los desmanes de cualquier juez Del Olmo o ministro Wert de turno.

Bilingüismo y trilingüismo

La rehabilitación del euskara tiene muchos horizontes, pero solo una vía: la educación es su principio y su fin. La reeuskaldunización de Euskal Herria solo tiene garantía total si todos sus ciudadanos y ciudadanas están capacitados para entender y hablar su lengua. Obviamente este es un proceso largo, muy largo, pero eso no debería desestimular a nadie: lo realmente decepcionante es que no se consigan acuerdos políticos para activar ya, cuanto antes mejor, un modelo educativo que garantice la euskaldunización general. Porque, conviene añadirlo, verdad, justicia y reparación no es algo que merecen los euskaldunes, sino también aquellos a quien la persecución del último siglo no les dejó serlo.

Rehabilitar el euskara es cuestión de justicia histórica, pero también de inversión futura. Esta misma semana se ha sabido que la Generalitat baraja exigir el conocimiento básico de inglés u otra lengua como requisito para obtener una licenciatura universitaria. Parece una decisión positiva y acorde a los tiempos, pero obviamente inviable hoy día en Euskal Herria, donde no sería comprensible ni asumible tal medida cuando la mitad de sus universitarios no son euskaldunes todavía. El bilingüismo es el mejor trampolín para el trilingüismo. Euskaldunizar Euskal Herria es rehacer la cadena cortada del pasado y preparar un país futuro mucho mejor.