CARLOS GIL
ANALISTA CULTURAL

Despiste

Atentos a la encrucijada que plantean ciertos sectores con respecto a la Cultura. Es una gran operación de despiste orquestada desde la impunidad del relativismo cultural que esconde un fanatismo elitista. Se preguntan de manera capciosa, ¿para qué sirve la Cultura? Y los poetas se preguntan ¿para qué sirve la belleza? Y un enamorado adolescente le pregunta al viento, ¿para qué sirve la luna llena? Colocan por delante de cualquier otra noción las palabras comodín de estos tiempos: utilidad, eficiencia, operatividad, presupuesto, gestión, ocupación de espacios, coste. Es la búsqueda desesperada de una cultura portátil y servicial, ligera, inmovilista y para unos pocos.

Educación y Cultura deberían ser incuestionables desde una postura democrática. Pondremos después todos los matices, todas las graduaciones, todas las definiciones que nos ayuden a establecer un campo integral de visión de lo que a los seres humanos del mañana les dejamos como patrimonio cultural intangible, o como recarga espiritual de una generación obsesionada por las aplicaciones tecnológicas que les lleva a la dependencia y la despersonalización.

El gasto en Educación y Cultura es la parte presupuestaria de verdadera inversión. La terquedad del mercado y la industria, es tejido productivo, pero de cambio. La cultura es de uso, es un valor aplicable a cada individuo y a la sociedad en su conjunto. No tiene más plusvalía que la del crecimiento en sensibilidad, en conocimiento, en humanismo. Y eso es un arma cargada de futuro, eso desestabiliza a los que quieren poblaciones enajenadas de sí mismas, de su sociedad, de su capacidad de disfrutar de la Cultura en libertad.