En un acto de humillación pública sin precedentes, la televisión estatal de Corea del Norte mostraba a oficiales que en sesión extraordinaria del Partido de los Trabajadores arrancaban de su sitio por la fuerza a Jang Song Taek, tío y hasta entonces considerado número dos del joven líder norcoreano Kim Jong Un. Las imágenes fueron mostradas en una emisión especial que interrumpió la programación regular. Un hecho, el de una purga de tan alto nivel y retransmitido al mundo, que ha disparado los interrogantes sobre su verdadero significado y alcance. Nadie se cree la versión oficial que lo acusa de «corrupto, adicto a las drogas y al sexo, que sueña demasiados sueños y conspira con demasiada facilidad». Y todos buscan razones que en el estado más hermético del mundo no son fáciles de encontrar.

Con todo, sea un paso fríamente calibrado por Kim Jong Un para mostrar su poder y su control mediante la defenestración del que era, además de familiar, su más cercano colaborador y confidente, sea la antesala de una lucha de poder soterrada o la prueba de que nunca existió una «suave transición», esta purga televisada muestra que la situación es delicada, frágil e incierta.