EDITORIALA
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Ciudadanos y no súbditos

Tanto en Euskal Herria como en Catalunya, el rey español no es una figura irrelevante y decorativa, que no tiene poder ni influencia. Además de representar una institución -la Monarquía- antidemocrática, basada en el privilegio y el patronazgo, un anacronismo que debería ser abolido, es el jefe de un Estado que no solo no reconoce al pueblo vasco y al catalán, sino que lo oprime, trata de humillarlo y de llevarlo al abismo económico y cultural. Su presencia y sus discursos con afán de tutelaje sobre la voluntad popular de ambos pueblos son algo hiriente en tanto que no respetan el sentir social ampliamente abertzale y republicano. Euskal Herria y Catalunya son dos países de ciudadanos y ciudadanas, no de súbditos, y nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse la interpretación de sus aspiraciones y menos sacando a pasear una Constitución española, un decálogo de prohibiciones que se erije en muro infranqueable.

Eso mismo fue lo que hizo el monarca español en su tradicional discurso navideño. Entre florituras verbales y una retórica centralista, sin ni siquiera nombrar una vez la palabra «corrupción», dejó claro que cualquier diálogo adulto y civilizado con el Estado siempre tendrá el límite de una Constitución que «es necesario cumplir y hacer cumplir». El destinatario de ese discurso tan manido y tantas veces esgrimido era claramente Catalunya y sus líderes. Un liderazgo, compartido y transversal, que cuenta con la inestimable fuerza de una ciudadanía motivada, muy concienciada y con un enorme compromiso, y que ha sido capaz de dotar de una dirección política a un país que tiene al alcance su libertad, la declaración de la República independiente de Catalunya.

La respuesta dada desde Catalunya en el 80 aniversario de la muerte de Francesc Maciá, primer president de la Generalitat republicana y uno de los políticos más venerados y respetados de su historia moderna, reflejó otro estilo, convencimiento propia y seguridad en las propias decisiones. Frente a amenazas veladas, la sombra del tutelaje y la injerencia monárquica, más democracia y más razones, toneladas de razones republicanas e independentistas. Diga lo que diga el rey español, solo el respeto a las aspiraciones de libertad de Catalunya y de Euskal Herria es la llave de una buena convivencia.