EDITORIALA
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No quieren un marco democrático y harán todo lo posible por impedirlo

Díez días después de que el Colectivo de Presos Políticos Vascos difundiera una declaración que fue interpretada como un hito en la búsqueda de soluciones, la Guardia Civil detuvo ayer a ocho ciudadanos vascos que hace año y medio comparecieron públicamente para anunciar su intención de facilitar la interlocución de EPPK. En este país nadie cree en coincidencias y es lógico ver en estas detenciones una respuesta del Gobierno español al trascendente paso dado por los prisioneros, así como una provocación a quienes han hecho una apuesta sincera por la paz. Sin embargo, la operación del instituto militar es mucho más grave que una bravata, pues constituye el enésimo intento de sabotaje en el camino emprendido por este pueblo y, concretamente, busca demoler los puentes entre los presos y los agentes sociales y políticos vascos.

El Ejecutivo del PP vuelve a poner de manifiesto que va a hacer todo lo que esté en su mano, y es mucho, por evitar que en Euskal Herria se asiente un marco democrático. No le interesa, no lo quiere y va a tratar de impedirlo. Y tampoco le importa retroceder en la batalla de la opinión pública (vasca) pues, de hecho, la da por perdida. Ya no actúa según ese esquema, sino en el de la aplicación de la violencia dentro de una estrategia de guerra que le permita ganar tiempo y, con un poco de fortuna, lograr el desistimiento de la parte oponente. Cualquiera que conozca la determinación de la ciudadanía vasca sabe que sus esperanzas son infundadas y que a medio plazo le resultará contraproducente, pues no hace sino regalar arrobas de credibilidad a la apuesta de quienes siguen avanzando de forma unilateral, pero eso no debe llevar a relativizar la gravedad de su actitud, porque está generando un sufrimiento desmedido en mucha gente.

Es momento de poner pie en pared y responder como pueblo, pues es a este pueblo a quien se está agrediendo de forma violenta. No entender este hecho constituiría un error histórico. La sociedad vasca no se merece que frustren sus esperanzas de alcanzar una solución justa y una paz duradera, y no va a permitir que ocurra. El tren avanza y la pendiente es descendente; no hay nadie que pueda hacerlo descarrilar.