La insistencia de alguno portavoces del unionismo político en cargar contra el PNV por caminar junto a EH Bildu en Bilbo, y la de ciertos medios en destacar la «incomodidad» de los jeltzales ante los gritos que se profirieron en la manifestación ponen de relieve la inquietud que en ciertos sectores despierta la fotografía del sábado en favor de los derechos humanos, la paz y la solución. El potencial que transmite esa imagen unitaria es tan grande que el Estado y sus altavoces no van a reparar en esfuerzos por resquebrajarla, aunque de momento los protagonistas parecen decididos a no entrar al trapo. Ayer, el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, midió mucho su valoración al respecto y solo a preguntas de los periodistas dijo haberse sentido decepcionado por los lemas que se oyeron en la marcha.

Sí mantuvo el líder jeltzale que la convocatoria conjunta fue «excepcional», y declaró que su partido no formará parte de «ningún frente político». No sorprenden esas palabras, pues forman parte de la doctrina del PNV desde hace años, aunque no puede olvidarse, tampoco Ortuzar, que en este país ya existe un frente político, que es el que conforman quienes impiden que la sociedad vasca se exprese de forma democrática. Es esa entente que une al PP y al PSOE la que condiciona el presente y el futuro de este pueblo, mientras que la movilización del sábado sería, en caso de que fraguara, la representación de un frente democrático que pusiera freno a los desmanes del Estado, como el que ayer mismo volvió a cometer el juez Eloy Velasco.

No se trata de aunar esfuerzos para imponer un determinado proyecto sino, al contrario, para lograr que todos los proyectos pueden llevarse a cabo, y para impedir que quienes solo representan la razón de Estado, aun en contra de los intereses de sus votantes, puedan obstaculizar el camino emprendido por este pueblo. La mayoría de la sociedad vasca se siente representada por la histórica movilización del sábado, y eso lo saben quienes asistieron a ella y quienes quisieron impedirla.