Nagore BELASTEGI DONOSTIA

«Exposición por derribo», una despedida llena de recuerdos a un barrio muy vivo

«Es como un pueblo en la ciudad», reflexiona una vecina en una grabación que forma parte de la exposición creada con motivo del derribo de las casas de la donostiarra calle Arroka. Allí han crecido y vivido muchas familias. Tirarán sus casas siguiendo un plan urbanístico y construirán nuevas, que servirán para que otras familias creen sus propios recuerdos. Como despedida, varios artistas «construirán», a su vez, una muestra basada en sus viviendas y vivencias.

Las casas de la minúscula calle Arroka de Donostia, en una bocacalle de la plaza Easo, tienen los días contados. Muy pronto serán derribadas y, junto a ellas, los recuerdos de todos sus vecinos. Ese espacio servirá para volver a edificar nuevas viviendas y, como siempre pasa, las antiguas quedarán en la memoria. Como homenaje a todos los momentos vividos en ellas, el estudio de comunicación Errequerre ha organizado una «Exposición por derribo» en dos viviendas del portal número 6.

Teresa Meana y Eva Villar son las propietarias del estudio cuya planta baja han utilizado para realizar exposiciones en cuatro ocasiones. «A la inauguración iba mucha gente, pero luego costaba», explica Villar, que además también es artista. Así se les ocurrió que la manera de conectar con el público era ocupar espacios cerrados o con cierre inminente, como es en este caso el derribo de un edificio.

«La gente debe entender que la cultura está como está. Hay artistas que han venido de Madrid o Barcelona y no van a recibir nada a cambio. Solo queremos que nuestro trabajo se vea», dice Villar. Sin ninguna ayuda económica y con el apoyo de amigos, familiares y los vecinos, han conseguido montar una exposición que nos invita a meternos en la vida de los demás, a curiosear y a jugar con la idea de la memoria. «Es como un pueblo en la ciudad. Cuando te cambias de casa te desprendes de cosas y eso pasará cuando nos mudemos», dice una vecina en una grabación.

Una de las viviendas utilizadas era de la propia comisaria y la otra de un vecino que la ha prestado para la ocasión. Así, podemos encontrarnos con trabajos de artistas con proyección, como por ejemplo el corto «A story for the Modlins», de Sergio Oksman (ganador del Goya en 2013). Su trabajo parte de unos negativos encontrados en la basura; Elmer Modlin era un aspirante a actor que solo consiguió ser figurante. Tras su participación en «La semilla del diablo», de Roman Polanksy, dejó Hollywood para vivir tranquilo con su mujer, artista, y su hijo. Cuando los tres fallecieron todos sus recuerdos aparecieron en la basura. Oksman ha interpretado todos ellos y los ha convertido en una película.

En cuanto a la propia Eva Villar, ha realizado una aportación muy personal. La puerta de un armario que hay en el pasillo de la que fue su casa puede abrirse parcialmente y podemos ver lo que hay en su interior: «Es una metáfora de cómo se puede derribar una vida de golpe. Mis padres están separados desde que yo era pequeña y los domingos los pasaba con mi padre. Íbamos al cine y al zoo, y nos sacábamos fotos en el fotomatón. Tengo una tira de fotos que se está deteriorando con el tiempo. Mi padre falleció hace dos años, así que en el armario he puesto todas las las fotos que me recuerdan a él, y le pedí a Miguel Orcal que realizara un dibujo de una de las fotos de la tira. Ese momento está ampliado y ya no se va a estropear», explica.

Observando a otros

Anteriormente Villar trabajó realizando campañas publicitarias y se dio cuenta de que la gente en la calle imitaba esas campañas. Así que se lanzó a la calle en busca de retratos. «Fotografié gente en eventos, fiestas y de turismo. Les decía que era fotógrafa y a la vez les grababa con una cámara cómo se preparaban para posar en la foto». Con ese material ha realizado un audiovisual.

El fotógrafo Santos Montes también es parte de la muestra. Es aficionado a comprar negativos antiguos de otra gente y es así como obtuvo en un mercadillo de París los de una familia acomodada de vacaciones en Normandía. «Seguramente murieron hace cien años. Les he cogido cariño», afirma tras explicar que tuvo que analizar las fotos para saber que el escenario era Le Havre, una localidad costera -vio una matrícula de un barco-. «No saben ni qué hacer. El tío se está metiendo al agua con traje. Solo había una indumentaria de baño para los niños, pero los adultos se quedaban con esas ropas calurosas», explica. En esa época, por supuesto, ir a la playa no era lo habitual.

A partir de esas fotos buscó imágenes de Le Havre y se encontró con que en la Segunda Guerra Mundial fue bombardeada y la imagen actual, con casas modernas, dista mucho de la que aparece en las imágenes antiguas. Seguramente lo mismo que pasará con las casas de la calle Arroka.