Ramón SOLA DONOSTIA
HOY SE CUMPLEN TREINTA AÑOS DE LA MATANZA

Bono, Leguina y Damborenea, tres hilos que llevan a la bahía de Pasaia

Hoy se cumplen 30 años de las cuatro muertes de la bahía de Pasaia, y el sumario sigue abierto con un nuevo hilo del que tirar: una declaración indirecta hecha por el exministro José Bono en sus memorias, en la que remite a otro posible conocedor del hecho (José Leguina) y a un supuesto autor (Ricardo García Damborenea). La acusación ha pedido que declaren, pero el Juzgado aún no responde. Es la pista más sólida existente sobre una decisión política previa.

Tres décadas después, la existencia de supervivientes hace que se conozca prácticamente todo sobre lo ocurrido la noche de aquel 22 de marzo en la bahía de Pasaia, donde fueron acribillados cuatro miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas. Por contra, persiste la nebulosa sobre quién, cómo y por qué ordenó a la Policía española y la Guardia Civil actuar a sangre y fuego, mediante una emboscada perfectamente preparada, en la que hasta contaban con un cebo humano: la militante Rosa Jimeno, que había sido detenida días antes sin que sus compañeros lo supieran.

La novedad en este aniversario es que existe un hilo del que tirar; o más bien tres. Como había confirmado GARA y publicó también ``Berria'' ayer, la acusación ejercida por el abogado Santiago González ha pedido que sean citados a declarar dos exdirigentes del PSOE muy conocidos, José Bono y Joaquín Leguina. El Juzgado de Donostia se lo está pensando. En buena lógica, les debería seguir otro ya condenado anteriormente por guerra sucia («caso Marey»): Ricardo García Damborenea.

Una frase suelta de las memorias de Bono ha ofrecido la pista más seria hasta la fecha sobre una decisión política previa a la matanza, según entiende el abogado González. El exministro de Defensa apunta en su libro ``Les voy a contar'' que un día en la década de los 90 comió con Leguina (en 1984 presidente de la comunidad de Madrid y diputado en dos épocas distintas), y que este le trasladó que «`la gente que critica a Barrionuevo por el GAL parece ignorar que no se puede reclutar a quienes luchan contra ETA entre los muchachos de la Escuela Diplomática'. Y me cuenta -prosigue Bono- que `cuando asesinaron al senador socialista Enrique Casas hubo una reunión con el PNV y los nuestros del PSOE, con Damborenea a la cabeza, les dijeron que comprendieran que tenían que reaccionar, y una noche, cuando los asesinos cruzaban el Bidasoa con una zodiac, encontraron su merecido'».

Con el entrecomillado, Bono remarca que es Leguina quien lo dice. Y a su vez señala a Damborenea, pero en este caso ya no como testigo, sino como uno de los autores del presunto plan.

La conexión entre la muerte de Casas a manos de los «autónomos» y la matanza de Pasaia no es una novedad en absoluto. Casas falleció en atentado apenas un mes antes.

Joseba Merino, único superviviente del comando y que pasó diecisiete años preso, siempre lo ha visto claro. Considera que se trató de una venganza y que él fue dejado vivo para intentar extraerle información y a la vez como «éxito propagandístico, para poder presentar ante la opinión pública a uno de los que presuntamente habían participado en la ekintza contra Enrique Casas», indica a GARA.

En cuanto a Bono y Leguina, su opinión sobre la guerra sucia es ampliamente conocida, porque la han expresado sin pelos en la lengua. En el mismo libro, Bono confirma que Felipe González le contó hace tiempo que «tuvo la tentación de matar a la cúpula de ETA en 1993». Y en una entrevista en 2010, el exministro se refirió a González como «el mejor presidente de España desde la A hasta la X».

En cuanto a Joaquín Leguina, al hilo de la misma afirmación de González sobre el supuesto plan para «volar a la cúpula de ETA», ha apuntado lo siguiente: «No dijo nada que no estuviera en la mente de mucha gente. ¿O es que se creen que el Estado es un rosal? No, el Estado está lleno de mierda, y gracias a ello sobrevivimos, gracias a que el Estado puede defenderse con muchas armas».