CARLOS GIL
ANALISTA CULTURAL

Proyectos

Algunas instituciones vascas presentaron la semana pasada su plan de objetivos culturales para los dos próximos años. Los llaman proyectos culturales, pero repasando con un poco de atención, se trata como mucho de declaraciones de principios. No hay ninguna novedad, todo funciona alrededor de la estabilización de algunos programas ya existentes, de hacer proclamaciones de lo que debe ser, de lo que les gustaría, pero siempre en un territorio administrativo, con apariencia de estructural, pero que convergen la mayoría de ellos en el encargo de estudios o informes.

Gastos colaterales para recibir los informes que desean recibir, cuando deberían haber aprovechado ya los cientos de informes previos, los observatorios pagados a precio de estación espacial, de todo ese entramado de asesores y empresas externas que van proporcionando coartadas o estudios a los que no se hace el menor caso. De lo expresado en esta comparecencia pública no se puede esperar nada. O casi nada. Ha sido un acto formal consistente en mostrar una lista de intenciones con puntos tan manidos y tan antiguos que descorazonan.

Quizás haya sido una necesidad de los responsables culturales de Lakua, tan opacos en estos tiempos para certificar su existencia, pero el acto de propaganda ha sido malo en sus resultados ya que en su conjunto no han mostrado otra cosa que lo que han encontrado en los archivos de asuntos pendientes y los han remozado como proyectos culturales actuales. Ni una media idea nueva, ni nada que afronte el futuro de los asuntos con actitudes apropiadas. Pasan las legislaturas y nada se mueve. ¿No será la inmovilidad el proyecto real oculto?