JO PUNTUA

Participación y derecho a decidir

Mantener una tensión permanente sobre estos objetivos exige una nueva gestión del tiempo y otra forma de valorar los saltos políticos. Sin angustia y con visión estratégica

La izquierda abertzale ha tenido la responsabilidad suficiente a lo largo de su historia para realizar altos en el camino y valorar de forma crítica la efectividad de sus estrategias políticas. Esta coherencia, no exenta de conflictos y contradicciones, responde a la necesidad de generar las condiciones políticas y sociales necesarias para transitar como pueblo de forma definitiva hacia un nuevo escenario. Esta perseverancia, unida a una capacidad de innovación política bastante camaleónica, han aportado a este pueblo durante las últimas dos décadas tres procesos de resolución que aunque avanzaban en una misma lógica política han sido diferentes en sus métodos.

En todo este trayecto, la izquierda abertzale ha dado una importancia extrema a la implicación social. En una estrategia político militar la lucha armada ha tenido como función deslegitimar un marco antidemocrático e impuesto, generar inestabilidad y abrir las puertas a nuevos ciclos políticos. Los procesos de resolución que se implementan bajo esta lógica y en un contexto de represión extrema, exigen discreción, confianza y responsabilidad. Pero al tiempo, pueden generar delegacionismo o un sentimiento de ser espectador y espectadora de un proceso que no está en tus manos y que puede llegar a parecer ajeno en la defensa de tus intereses. El cambio estratégico de la izquierda abertzale pone el acento en la participación militante, la implicación social, la acumulación de fuerzas y los acuerdos políticos para avanzar en el cambio de ciclo. Si no aseguramos estos principios no va a ser posible rentabilizar de forma adecuada las iniciativas que están abriendo este nuevo tiempo ni condicionar con fuerza la transición abierta en Euskal Herria. Ahora bien, mantener una tensión permanente sobre estos objetivos exige una nueva gestión del tiempo y otra forma de valorar los saltos políticos. Sin angustia y con visión estratégica.

Una nueva visión del ritmo político no puede llevarnos a pensar que partimos de cero ni a dilatar en el tiempo y en las formas la construcción de un nuevo escenario político. El reconocimiento de Euskal Herria y del derecho que la sociedad vasca tiene a decidir su futuro son reivindicaciones ampliamente asumidas y expresadas de múltiples formas a lo largo de estos años. Los procesos de dialogo y negociación de Lizarra-Garazi y de Loiola giraron en torno a la posible implementación y diferente desarrollo de estos principios políticos. Si entonces fue posible, ahora, sin lucha armada y en un contexto de urgencia económica y de recentralización del Estado, es una obligación.

Estas reivindicaciones tienen la suficiente fuerza como para exigir y dar cobertura social a una práctica política coherente con el derecho a decidir. A mi entender no debería ser compatible defender estos derechos y condicionar la posibilidad de implementarlos vendiendo nuestra capacidad financiera o renun- ciando a hacer políticas propias. Es decir, una práctica política coherente con el respeto del derecho democrático a decidir no puede ser compatible con la destrucción de las bases materiales de nuestro futuro.